3/11/2018, 23:51
Al gyojin no le hizo falta inspeccionar durante demasiado tiempo para darse cuenta que aquel santuario prohibido no era un baño termal común y corriente, como todos los que abundaban en Yugakure. Éste, estratégicamente ubicado en las lejanías de la ciudad a lo alto de una colina y mimetizado entre matorrales y hierbas, atendía probablemente necesidades menos prácticas. Más exóticas. Y por tanto, no era un ambiente apto para familias convencionales.
Por eso no había sino jóvenes, la mayoría hombres, aguardando el visto bueno de los dos guaruras.
Entonces pensó en tener que pasar por ellos para poder ingresar. No debería tener problema, pensó; si se hacía pasar por un cliente con algún gusto raro. Desde luego que saltarse las vallas no era un opción, no sólo por los sellos o porque fuera físicamente incapaz, sino que le iba a dejar muy mal parado si le llegaban a pillar. Quería asegurarse de dar la impresión correcta, en el sitio correcto.
Y sobre todo, a la persona debida. Mutsuku.
Umikiba Kaido entonces se acercó a la fila.
Por eso no había sino jóvenes, la mayoría hombres, aguardando el visto bueno de los dos guaruras.
Entonces pensó en tener que pasar por ellos para poder ingresar. No debería tener problema, pensó; si se hacía pasar por un cliente con algún gusto raro. Desde luego que saltarse las vallas no era un opción, no sólo por los sellos o porque fuera físicamente incapaz, sino que le iba a dejar muy mal parado si le llegaban a pillar. Quería asegurarse de dar la impresión correcta, en el sitio correcto.
Y sobre todo, a la persona debida. Mutsuku.
Umikiba Kaido entonces se acercó a la fila.