4/11/2018, 00:10
Kaido se puso a la cola y aguardó. Y aguardó. Y aguardó. A cada minuto que pasaba, un paso al frente, hasta que al fin llegó su turno. Desde allí, pudo ver que, si pasaba los portalones, llegaría hasta una pequeña recepción donde una mujer cobraba la entrada tras un mostrador.
El portero que le tocó, un hombre robusto, cabeza rapada y piel negra, le dio un rápido vistazo de arriba abajo. No le hizo falta más.
—Prohibida la entrada a menores —le espetó sin miramientos—. ¡Siguiente!
El portero que le tocó, un hombre robusto, cabeza rapada y piel negra, le dio un rápido vistazo de arriba abajo. No le hizo falta más.
—Prohibida la entrada a menores —le espetó sin miramientos—. ¡Siguiente!