4/11/2018, 02:17
(Última modificación: 4/11/2018, 02:19 por Umikiba Kaido. Editado 1 vez en total.)
El interior de la taberna del pueblo no era mucha cosa. Tan sencilla como se podía esperar de una comunidad tan humilde como aquella. Un manojo de mesas y taburetes de madera, la típica barra, y una muy corta variedad de botellas de rones, whisky y bebidas blancas. Y lo que nunca podía faltar, desde luego, grandes barriles de cerveza de los que cada quién podía ir sirviéndose su vaso.
Estaba a medio llenar, a esa hora. Un par de trabajadores de campo disfrutaban de una birra y una buena charla, otros tantos, más solitarios, yacían en soledad en algún sector de la barra. Un par de chicas danzando cerca de la rocola —o más bien, un viejo megáfono que repetía una y otra vez la rola de algún disco viejo—. y, desde luego, la tabernera. Con el típico trapo en las manos, secando las copas que recién había lavado.
Estaba a medio llenar, a esa hora. Un par de trabajadores de campo disfrutaban de una birra y una buena charla, otros tantos, más solitarios, yacían en soledad en algún sector de la barra. Un par de chicas danzando cerca de la rocola —o más bien, un viejo megáfono que repetía una y otra vez la rola de algún disco viejo—. y, desde luego, la tabernera. Con el típico trapo en las manos, secando las copas que recién había lavado.