Bāndo nunca solía apartar la mirada de sus enemigos, porque sabía que la mínima distracción le costaría caro. Sin embargo, esta vez eso sería lo que marcaría su derrota, pues aquellos ojos rojos le sumieron en una falsedad tan palpable qué difícilmente podía negarla. En cuanto la ilusión finalizó, las pupilas del bandolero se contrajeron de golpe. Una daga, que sepa judas en qué momento y de dónde la sacó, cayó desde su diestra, seguido de él mismo, quién quedó de rodillas en frente de Datsue, aún intentando procesar lo que acababa de ocurrir.
—¿Eh?— Sonreía por no llorar.
Tardó unos segundos en reaccionar antes de revisarse con las manos el estómago, cerciorándose de que todo estaba en su lugar.
—¡ERES UN ENFERMO!— Finalmente cayó de sentón y retrocedió cómo bien pudo mientras alzaba la zurda para señalarlo con el dedo índice. —¡Aléjate de mí maldito psicópata!— Espetó con una mueca de terror.
—What?— Parpadeó sin entender exactamente lo que había ocurrido. —¿Me estoy perdiendo de algo?— Se cruzó de brazos.
—¿¡NO VEN QUE ESTOY AQUÍ!?— Bufó furioso el joven recién llegado. —¡DEJEN DE IGNORARME!— Caminó con ambos puños cerrados hasta dónde estaban los involucrados en la pelea, mientras el hombre del turbante y el del kasa se acercaban hasta su jefe para intentar ayudarlo a ponerse en pie. —¡La puta madre contigo Bāndo! ¿Vas a violar la libertad condicional que te dio el alguacil justo en medio del festival?— Regañó directamente al del sombrero.
—¡Utage!— Lágrimas de alegría recorrieron su rostro mientras se arrastraba hasta el joven hasta abrazarle las piernas. —¡Yo no hice nada esta vez, te lo juro, en serio, tienes mi puta palabra!— Ladeó la cabeza para voltear a ver al Uchiha. —¡Sácame de aquí! Ese mocoso es peligroso, en serio, ten cuidado— Se acurrucó aún más en él jalándole de los pantalones.
—¡Quítate de encima!— Intentó apartarlo poniéndole el zapato en la cara, pero el bandido se negaba a soltarlo.
—¿Podrían terminar de una vez con este circo?— Bufó algo exasperado.
Y entonces, un taconeo silencio a los presentes. Un cadencioso paso anunciaba su presencia, con un contoneo de caderas anunciaba su presencia, rodeada de una invisible aura asesina de rabia. Vestía cómo una dama, pero su mirada era la de una fiera. Era la misma que Riko había visto y a la vez no. Llevaba una cubeta metálica en mano, acercándose a paso firme.
—¡Patrona!
—¡Homura!
—¡Neesan!
—¿Y esa...?
Todos se fijarían en ella, pero la muchacha los ignoró a todos salvo a los dos implicados. Una mirada rápida y vería varios cuchillos en el suelo, otro arrebato rápido y se posó sobre la espada que tenía en mano Datsue. Y entonces, esbozó una sonrisa.
—Oh, ya veo lo que pasó aquí— Por un instante, pareció serenarse, caminando con delicadeza hasta el criminal, justo para propinarle un cubetazo en la cabeza, con un golpe tan sonoro que se abolló al contacto con el cráneo.
Se giró entonces con la rigidez de una muñeca, las comisuras de sus labios permanecían elevadas, cerró los ojos con un gesto tierno. Ladeó la cabeza con aquella dulzura enfrente del Uchiha, cuando su brazo se movió inesperadamente para aplicarle una dosis de castigo igual a la de Bāndo.
—¿Eh?— Sonreía por no llorar.
Tardó unos segundos en reaccionar antes de revisarse con las manos el estómago, cerciorándose de que todo estaba en su lugar.
—¡ERES UN ENFERMO!— Finalmente cayó de sentón y retrocedió cómo bien pudo mientras alzaba la zurda para señalarlo con el dedo índice. —¡Aléjate de mí maldito psicópata!— Espetó con una mueca de terror.
—What?— Parpadeó sin entender exactamente lo que había ocurrido. —¿Me estoy perdiendo de algo?— Se cruzó de brazos.
—¿¡NO VEN QUE ESTOY AQUÍ!?— Bufó furioso el joven recién llegado. —¡DEJEN DE IGNORARME!— Caminó con ambos puños cerrados hasta dónde estaban los involucrados en la pelea, mientras el hombre del turbante y el del kasa se acercaban hasta su jefe para intentar ayudarlo a ponerse en pie. —¡La puta madre contigo Bāndo! ¿Vas a violar la libertad condicional que te dio el alguacil justo en medio del festival?— Regañó directamente al del sombrero.
—¡Utage!— Lágrimas de alegría recorrieron su rostro mientras se arrastraba hasta el joven hasta abrazarle las piernas. —¡Yo no hice nada esta vez, te lo juro, en serio, tienes mi puta palabra!— Ladeó la cabeza para voltear a ver al Uchiha. —¡Sácame de aquí! Ese mocoso es peligroso, en serio, ten cuidado— Se acurrucó aún más en él jalándole de los pantalones.
—¡Quítate de encima!— Intentó apartarlo poniéndole el zapato en la cara, pero el bandido se negaba a soltarlo.
—¿Podrían terminar de una vez con este circo?— Bufó algo exasperado.
Y entonces, un taconeo silencio a los presentes. Un cadencioso paso anunciaba su presencia, con un contoneo de caderas anunciaba su presencia, rodeada de una invisible aura asesina de rabia. Vestía cómo una dama, pero su mirada era la de una fiera. Era la misma que Riko había visto y a la vez no. Llevaba una cubeta metálica en mano, acercándose a paso firme.
—¡Patrona!
—¡Homura!
—¡Neesan!
—¿Y esa...?
Todos se fijarían en ella, pero la muchacha los ignoró a todos salvo a los dos implicados. Una mirada rápida y vería varios cuchillos en el suelo, otro arrebato rápido y se posó sobre la espada que tenía en mano Datsue. Y entonces, esbozó una sonrisa.
—Oh, ya veo lo que pasó aquí— Por un instante, pareció serenarse, caminando con delicadeza hasta el criminal, justo para propinarle un cubetazo en la cabeza, con un golpe tan sonoro que se abolló al contacto con el cráneo.
Se giró entonces con la rigidez de una muñeca, las comisuras de sus labios permanecían elevadas, cerró los ojos con un gesto tierno. Ladeó la cabeza con aquella dulzura enfrente del Uchiha, cuando su brazo se movió inesperadamente para aplicarle una dosis de castigo igual a la de Bāndo.