4/11/2018, 03:18
La mujer frunció los labios. Un, dos, tres segundos.
—Está bien. Le mandaré aviso —se decidió finalmente—. Puedes esperar fuera.
Tras Kaido, un hombre regordete, de pelo corto y barba de candado, esperaba su turno. Vestía una chaqueta de piel, una boina gris y lucía un pedrusco dorado en el dedo corazón.
—Que es para hoy —soltó con impaciencia.
—Está bien. Le mandaré aviso —se decidió finalmente—. Puedes esperar fuera.
Tras Kaido, un hombre regordete, de pelo corto y barba de candado, esperaba su turno. Vestía una chaqueta de piel, una boina gris y lucía un pedrusco dorado en el dedo corazón.
—Que es para hoy —soltó con impaciencia.