4/11/2018, 15:16
(Última modificación: 4/11/2018, 15:16 por Amedama Daruu.)
Kuroyuki se tapó la cara para protegerse del deslumbramiento provocado por la explosión de energía de la bijūdama. Saltó y aterrizó en el agua, donde tuvo que hacer grandes esfuerzos por no hundirse debido a las grandes olas que había levantado el ataque. Cuando se estabilizó, echó a correr por la superficie hasta llegar a un punto concreto del lago, y dejó de usar el chakra en las suelas de los zapatos para hundirse. Emergió segundos después, con el cuerpo inerte de Aotsuki Ayame.
Se la echó al hombro como si fuera sólo un trapo. Avanzó hasta llegar a la orilla contraria, recuperando el aliento. «Al fin hemos atrapado a uno. Después de la sorpresa del Uchiha, casi me da un infarto cuando ésta ha salido volando.»
Kuroyuki sonrió, y depositó el cuerpo de Ayame sobre la hierba. Hincó una rodilla en tierra frente a ella, y le levantó la ropa, buscando... Negó con la cabeza. No estaba en el torso. Acabó encontrando el sello en la espalda. Con cuidado, volvió a poner el uwagi en su sitio. Con conocer el lugar bastaba.
La espada en su mano derecha se deshizo en múltiples cristales de hielo. La mano se enfundó de nuevo un guante en forma de garra de chakra anaranjado. Kuroyuki movió la extremidad hasta el centro de los omoplatos y clavó las garras de chakra en Ayame.
—Kyūjū Tensei. —Giró la muñeca, y se apartó un par de metros.
La espalda de Ayame brilló con fuerza. Lo hizo un instante después el cuerpo entero de la muchacha, durante unos segundos, hasta que por fin el brillo se apagó, y algo... cambió. Desde la raíz, el cabello de la muchacha comenzó a teñirse de blanco, hasta que llegó a las puntas, que se tornaron de un color crema un poco más oscuro. Sus ojos tomaron el color de la aguamarina, y sendas sombras rojas se dibujaron bajo sus párpados.
»Bienvenida, Kokuō-sama.
Se la echó al hombro como si fuera sólo un trapo. Avanzó hasta llegar a la orilla contraria, recuperando el aliento. «Al fin hemos atrapado a uno. Después de la sorpresa del Uchiha, casi me da un infarto cuando ésta ha salido volando.»
«¿Quién lo iba a decir? Shukaku... separado en dos. ¡Ja! Seguro que tiene el orgullo lastimadito. Media cola, ya ni una entera.»
Kuroyuki sonrió, y depositó el cuerpo de Ayame sobre la hierba. Hincó una rodilla en tierra frente a ella, y le levantó la ropa, buscando... Negó con la cabeza. No estaba en el torso. Acabó encontrando el sello en la espalda. Con cuidado, volvió a poner el uwagi en su sitio. Con conocer el lugar bastaba.
La espada en su mano derecha se deshizo en múltiples cristales de hielo. La mano se enfundó de nuevo un guante en forma de garra de chakra anaranjado. Kuroyuki movió la extremidad hasta el centro de los omoplatos y clavó las garras de chakra en Ayame.
—Kyūjū Tensei. —Giró la muñeca, y se apartó un par de metros.
La espalda de Ayame brilló con fuerza. Lo hizo un instante después el cuerpo entero de la muchacha, durante unos segundos, hasta que por fin el brillo se apagó, y algo... cambió. Desde la raíz, el cabello de la muchacha comenzó a teñirse de blanco, hasta que llegó a las puntas, que se tornaron de un color crema un poco más oscuro. Sus ojos tomaron el color de la aguamarina, y sendas sombras rojas se dibujaron bajo sus párpados.
»Bienvenida, Kokuō-sama.