4/11/2018, 20:47
Al principio, nadie le abrió. Y así fue durante al menos un minuto, en el que Riko llegó a pensar que realmente no había nadie en casa. Pero justo cuando pensaba darse la vuelta, la puerta se abrió lentamente.
Del interior de la cabaña emergió una anciana que fácilmente rondaba los ochenta. Encorvada, frágil, con la piel arrugada. El cabello blanco por las canas y el rostro afligido. Vestía una bata blanca de dormir, acompañada de una larga y pesada bufanda color magenta. También tenía unos lentes culo de botella engrandeciéndole los ojos y con su mano derecha sostenía un libro, que leía presumiblemente cada noche antes de ir a dormir.
—¿Uhmmm? ¿Síiii?
Del interior de la cabaña emergió una anciana que fácilmente rondaba los ochenta. Encorvada, frágil, con la piel arrugada. El cabello blanco por las canas y el rostro afligido. Vestía una bata blanca de dormir, acompañada de una larga y pesada bufanda color magenta. También tenía unos lentes culo de botella engrandeciéndole los ojos y con su mano derecha sostenía un libro, que leía presumiblemente cada noche antes de ir a dormir.
—¿Uhmmm? ¿Síiii?