4/11/2018, 23:25
Tras un par de trastabilleos, algún golpe indeseado y una muy apropiada perjura, Kaido encontró la luz; que le permitió finalmente conocer cómo era la Nube de Oro.
Se trataba de un inmenso galón que comprendía con dos escaleras bifurcadas a cada extremo del establecimiento, anunciadas con un cartel con la seguidilla de habitaciones que suponían encontrarse en la parte superior. Inmediatamente a la izquierda, los vestidores. Y a la derecha, una puerta roja sin ningún tipo de indicación.
Al frente de todo, una vidriera corrediza daba paso a los famosos baños termales.
Y la misma estaba custodiada. Por un regordete al que le pudo ver poca cosa como la perilla, que gritó tras ser despertado por la luz. Kaido no perdió ni un segundo en volar prácticamente hacia él y taparle la boca con la fuerza de mil hombres, mientras aguardaba expectante a que aquel grito ahogado no llegara a los oídos de nadie. O bien que después de la faena, no quedase ningún cliente en el interior.
Así lo intuía, era lo normal. Pero era mejor no arriesgarse.
—No grites, coño.
Se trataba de un inmenso galón que comprendía con dos escaleras bifurcadas a cada extremo del establecimiento, anunciadas con un cartel con la seguidilla de habitaciones que suponían encontrarse en la parte superior. Inmediatamente a la izquierda, los vestidores. Y a la derecha, una puerta roja sin ningún tipo de indicación.
Al frente de todo, una vidriera corrediza daba paso a los famosos baños termales.
Y la misma estaba custodiada. Por un regordete al que le pudo ver poca cosa como la perilla, que gritó tras ser despertado por la luz. Kaido no perdió ni un segundo en volar prácticamente hacia él y taparle la boca con la fuerza de mil hombres, mientras aguardaba expectante a que aquel grito ahogado no llegara a los oídos de nadie. O bien que después de la faena, no quedase ningún cliente en el interior.
Así lo intuía, era lo normal. Pero era mejor no arriesgarse.
—No grites, coño.