5/11/2018, 00:41
No fue el encontronazo más difícil que pudiera haber tenido nunca, desde luego. Por el contrario, le resultó absurdamente sencillo placar al gordo y llevarlo a sus rastras, entre forcejeos que de a poco se hacían más débiles. Más predecibles. Sin embargo, lo que le realmente le sorprendió fue que aquel tipo pudiera arreglárselas para blandir un jodido puñal que tuvo voluntad para clavárselo en un costado.
Quizás fue el miedo de que le perforasen un pulmón. O de verse descubierto por lo que creía él era inconfundible sonido de alguien bajando las escaleras.
Fuera una o la otra, Kaido tenía una única solución.
¡Splash!
El puñal no le atravesó como solían hacer todos los objetos punzantes que trataban de magullarlo, sino que le hizo implotar en un montón de agua, como un globo. El gordo se empapó como si ahí dentro estuviera lloviendo, probablemente obligándolo a cerrar los ojos; mientras la maraña de charcos se perdían entre alguna rendija cercana a las puertas corredizas.
Y ahí, desde la monótona clandestinidad, aguardó. A ver quién —contra todo los jodidos pronósticos—estaba ahí dentro.
Quizás fue el miedo de que le perforasen un pulmón. O de verse descubierto por lo que creía él era inconfundible sonido de alguien bajando las escaleras.
Fuera una o la otra, Kaido tenía una única solución.
¡Splash!
El puñal no le atravesó como solían hacer todos los objetos punzantes que trataban de magullarlo, sino que le hizo implotar en un montón de agua, como un globo. El gordo se empapó como si ahí dentro estuviera lloviendo, probablemente obligándolo a cerrar los ojos; mientras la maraña de charcos se perdían entre alguna rendija cercana a las puertas corredizas.
Y ahí, desde la monótona clandestinidad, aguardó. A ver quién —contra todo los jodidos pronósticos—estaba ahí dentro.