5/11/2018, 01:27
Yuni no pudo ni contestar. No le salían palabras, sino balbuceos ininteligibles. Ella se apoyó en el agarre de Riko y entre mareos, le señaló el asiento más cercano dentro de su cabaña.
El interior era cuanto menos curioso. Bastante humilde. Apenas un par de sillones antiguos con cojines, una mesa barata como comedor, y un pequeño espacio a la derecha que hacía la de cocina con un fogón manual. Al final del pasillo un par de habitaciones que suponían ser el cuarto y el baño.
Lo bastante curioso es que todo lucía muy ordenado y pulcro. También ávidamente decorado por fotos familiares que delataban los recuerdos juveniles de Yuna y su familia.
Ella logró sentarse en su asiento y empezó a frotarse la cabeza.
—Las pastillas. En la repisa del cuarto. Por favor.
El interior era cuanto menos curioso. Bastante humilde. Apenas un par de sillones antiguos con cojines, una mesa barata como comedor, y un pequeño espacio a la derecha que hacía la de cocina con un fogón manual. Al final del pasillo un par de habitaciones que suponían ser el cuarto y el baño.
Lo bastante curioso es que todo lucía muy ordenado y pulcro. También ávidamente decorado por fotos familiares que delataban los recuerdos juveniles de Yuna y su familia.
Ella logró sentarse en su asiento y empezó a frotarse la cabeza.
—Las pastillas. En la repisa del cuarto. Por favor.