5/11/2018, 03:02
El salón comedor era bastante grande, ubicado en el centro del hotel. Dos pares de escaleras por cada ala del salón permitían a los comensales bajar donde estaban dispuestas varias mesas para hasta cinco personas cada una. Todo el interior era de maderas talladas, siendo el piso de tablas finas de importación. Pese a lo caro de los materiales, el ambiente se antojaba familiar y condescendiente. La pianola sonaba sola, reproduciendo una simple tonada impresa en su rollo. Muchas personas, ya sea en familia o en solitario ya estaban dispuestas a comenzar con la cena.
Se podía ver a Renko la tabernera, repartiendo platos por las mesas. Era una comida sencilla, con huevos de codorniz en salsa ranchera, frijoles negros volteados, nachos y algo de queso. Sólo alguien de buen paladar notaria que los ingredientes empleados en su preparación eran frescos y de altísima calidad. Una taza de café y una copa de jugo de naranja para cada uno era la bebida proporcionada.
El Yotsuki despertó tras el leve descanso, bajando por las gradas mientras usaba la palma de su mano para cubrirse la boca mientras bostezaba. Luego de la cena seguramente dormiría cómo una piedra.
Al descender pudo notar la presencia nuevamente del muchacho del mohicano, quién sabe su compañero también estaba cerca. Lo cierto es que el de cabellos tricolor prefería algo de plática y compañía, siendo que aquel par eran las únicas caras que conocía en ese lugar. No tardó en meterse las manos a los bolsillos y acercarse para preguntar.
—Hello~ Saludó con una sonrisa un tanto apagada. —¿Les molestaría si compartimos mesa? Quizás podríamos continuar con la charla que teníamos en la tarde antes de que nos interrumpiera aquella escoria. En este pueblo no tengo ningún otro conocido con quién compartir—. Se encogió de hombros.
Se podía ver a Renko la tabernera, repartiendo platos por las mesas. Era una comida sencilla, con huevos de codorniz en salsa ranchera, frijoles negros volteados, nachos y algo de queso. Sólo alguien de buen paladar notaria que los ingredientes empleados en su preparación eran frescos y de altísima calidad. Una taza de café y una copa de jugo de naranja para cada uno era la bebida proporcionada.
El Yotsuki despertó tras el leve descanso, bajando por las gradas mientras usaba la palma de su mano para cubrirse la boca mientras bostezaba. Luego de la cena seguramente dormiría cómo una piedra.
Al descender pudo notar la presencia nuevamente del muchacho del mohicano, quién sabe su compañero también estaba cerca. Lo cierto es que el de cabellos tricolor prefería algo de plática y compañía, siendo que aquel par eran las únicas caras que conocía en ese lugar. No tardó en meterse las manos a los bolsillos y acercarse para preguntar.
—Hello~ Saludó con una sonrisa un tanto apagada. —¿Les molestaría si compartimos mesa? Quizás podríamos continuar con la charla que teníamos en la tarde antes de que nos interrumpiera aquella escoria. En este pueblo no tengo ningún otro conocido con quién compartir—. Se encogió de hombros.