5/11/2018, 13:20
El ceñudo jornalero no se inmutó demasiado ante la actitud beligerantemente silenciosa de Yota, pero las palabras de Juro si parecieron alterarle. Se removió en su sitio, aun sin moverse, y empezó a frotarse las manos con patente nerviosismo. Pese a que el jounin de Kusa no era un tipo especialmente intimidante, su oficio y rango le permitían amedrentar a un pobre civil como aquel. Sin embargo, el campesino pronto quiso deshacerse de aquel problema y trató de salir del agujero que él mismo acababa de cavarse.
—Ira ocio, yo... ¡Yo no zé ná, en! ¡A mí deharme tranquilo que tengo musho trabaho asquí en er campo!
Porfiando, el recolector de arroz se dio media vuelta para volver a doblar el lomo y seguir recogiendo arroz. No pasaría inadvertido para los ninjas, tampoco, que los gritos del jornalero habían llamado la atención de sus otros compañeros, que como él, recogían la cosecha descalzos de pies y espalda inclinada sobre el arrozal.
Ahora debían elegir con cuidado cómo proceder, porque aunque aquellos trabajadores del campo no eran, evidentemente, una amenaza, tampoco gozaban de la fama de ser individuos especialmente razonables. Y, si se cerraban en banda, los shinobi podrían verse en la tesitura de tener que utilizar medios de convicción más directos y menos bien vistos por el público general.
O eso, o tal vez les compensaba más seguir con su búsqueda por otros derroteros. La elección era de ellos, y solo de ellos.