5/11/2018, 16:32
(Última modificación: 5/11/2018, 16:35 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
A ojos de todos los observadores externos, la escena fue incluso más impactante que para el pobre labriego. Mientras él veía como los campos ardían a su alrededor, llegando incluso las llamas a extenderse por el arrozal y prenderle fuego como si de una antorcha gigantesca se tratase, los demás le observaban a él, absorto, como si su cerebro hubiera sido desconectado. El ceñudo agricultor , por su parte, quiso correr y pedir auxilio, marcharse de allí; pero no pudo. Tuvo que mirar cómo todo era consumido por el fuego. Cuando la ilusión de Yota terminó, el jornalero cayó de culo con la cara desencajada de terror.
—Q... Haz... Ehjum... Halp... —murmuró, todavía con la mirada perdida, incapaz de articular una sola palabra con sentido.
Media docena de jornaleros, que habían presenciado la escena, se acercaron rápidamente a socorrer a su compadre.
—¡Esubi-san! ¡Esubi-san! ¡Dime argo! —pidió uno, que se arrodilló junto a él, mientras le torteaba el rostro con la mano libre—. ¡Ehtoh ninjas noh lo han dejao mongolo perdío!
Al ver la condición del afectado —que probablemente sólo estaba en un estado de shock transitorio y volvería en sí en unos minutos—, los demás no dudaron en empezar a lanzar improperios y maldiciones contra los ninjas. Uno de ellos se volvió hacia Yota y le espetó con desagrado.
—¡Bruhería! ¡Bruhería ninja! ¡Mal rayo te parta, desgraciao'!
—¡Que arguien llame a los soldaos! —pidió otro.
Sin embargo, uno de ellos alzó su voz por encima de la del resto, intentando tomar posesión de la situación antes de que se desmadrara. Se acercó a los ninjas y les escrudiñó con una mirada color marrón, dura como una piedra. Era bajito y ancho de hombros, de calva dominante en su pelada cabeza excepto por algunos pelos sueltos en la coronilla y una banda de pelo negro en la nuca.
—¿Estái buhcando ar maestro borrasho, ¿verdá? —quiso saber, y luego de fruncir los labios con rabia, prosiguió—. Su dojo lo vai a encontrá siguiendo la zenda que va hacia el Oehte. Pero ya oh avizo de que no tiene mu buen humor, el ioputa. Bueno, mehón, así os retuerza er pehcuezo...
Esperando que los ninjas se dieran por satisfechos, el agricultor se volvió hacia su compañero. Negó con la cabeza, y lanzó una última pregunta a Yota.
—¿Ze va a poné bien o me lo habéi dejao' tonto pa toa' la vida?