5/11/2018, 20:28
Aquel estrecho camino, que normalmente era poco transitado y se utilizaba más que nada para llegar rápido y barato a algún punto del otro lado de los bosques, se convirtió en cuestión de instantes en un campo de batalla improvisado. La refriega, carente de disciplina militar por parte de la mayoría de sus integrantes, se tornó en combate cerrado, huídas desesperadas, saqueo y pillaje. De los más de veinte bandidos que habían asaltado la caravana, la mayoría se concentraban en los dos carros centrales. Un grupo reducido, que había atacado por detrás cogiendo por sorpresa a los ocupantes del último coche, se ponía las botas robando cuanto había de valor en el equipaje de los pasajeros, que yacían tirados en el suelo presa de los rufianes. Los otros, en la delantera, se batían con un par de mujeres. Iban vestidas con atuendo de mercenarias —armadura de cuero y espada corta—, y peleaban con fiereza haciendo frente a un cuarteto de enemigos.
El grueso de los asaltantes se había concentrado, por puro instinto, en el segundo y tercer carro.
Akame giraba sobre sí mismo mientras esquivaba puñaladas, cuchilladas y golpes de garrote que le venían por el frente. Se había asegurado de colocarse con la espalda pegada al carro volcado, de forma que ninguno de sus enemigos pudiera ganarle la retaguardia fácilmente, y se deshacía en tajos de su confiable espada azabache. Pese a que los rufianes no parecían especialmente diestros, sí que eran muchos y la pura superioridad numérica le hacía difícil al Uchiha el realizar una acometida profunda con la que clavar su espada en algún enemigo, o seccionar su garganta.
Por su parte, la misteriosa figura en lo alto del carro cargó una flecha en su arma y disparó. El proyectil voló raudo y se clavó en el pecho de uno de los bandidos, que cayó de espaldas debido a la fuerza del impacto. Esto atrajo la atención de los demás, que rodearon el carromato y cargaron hacia él. Dos de ellos, sin embargo, advirtieron que los pasajeros a los que la misteriosa luchadora había ayudado a salir intentaban huir hacia los árboles, y echaron a correr tras de ellos profiriendo amenazas.
Fiiiiu.
Una flecha pasó volando justo por encima de la cabeza de la encapuchada. Pese a la oscuridad, ella pudo ver claramente a un par de ballesteros que, parapetados tras sendos árboles, recargaban ahora sus armas para volver a dispararle. Al subirse al carro se había convertido en un objetivo prioritario.
El grueso de los asaltantes se había concentrado, por puro instinto, en el segundo y tercer carro.
Akame giraba sobre sí mismo mientras esquivaba puñaladas, cuchilladas y golpes de garrote que le venían por el frente. Se había asegurado de colocarse con la espalda pegada al carro volcado, de forma que ninguno de sus enemigos pudiera ganarle la retaguardia fácilmente, y se deshacía en tajos de su confiable espada azabache. Pese a que los rufianes no parecían especialmente diestros, sí que eran muchos y la pura superioridad numérica le hacía difícil al Uchiha el realizar una acometida profunda con la que clavar su espada en algún enemigo, o seccionar su garganta.
Por su parte, la misteriosa figura en lo alto del carro cargó una flecha en su arma y disparó. El proyectil voló raudo y se clavó en el pecho de uno de los bandidos, que cayó de espaldas debido a la fuerza del impacto. Esto atrajo la atención de los demás, que rodearon el carromato y cargaron hacia él. Dos de ellos, sin embargo, advirtieron que los pasajeros a los que la misteriosa luchadora había ayudado a salir intentaban huir hacia los árboles, y echaron a correr tras de ellos profiriendo amenazas.
Fiiiiu.
Una flecha pasó volando justo por encima de la cabeza de la encapuchada. Pese a la oscuridad, ella pudo ver claramente a un par de ballesteros que, parapetados tras sendos árboles, recargaban ahora sus armas para volver a dispararle. Al subirse al carro se había convertido en un objetivo prioritario.