7/11/2018, 23:55
El ninja encapuchado pareció entender a la perfección lo que Akame quería decirle, y con unos rápidos sellos de manos se dispuso a brindarle al Uchiha la oportunidad de inclinar definitivamente la balanza del enfrentamiento a su favor. El jōnin observó con atención cómo aquel tipo dirigía un chorro de agua pegajosa hacia media docena de bandidos que se encontraban acorralados por las figuras ilusorias, atrapando sus pies contra el suelo.
«¡Ahora!»
Akame realizó de nuevo los sellos del Tigre y el Perro, y volvió a expulsar una bala de chakra Fuuton presurizado y altamente inestable. Los rufianes recibieron de lleno tanto el impacto directo como la onda expansiva; el efecto de la técnica fue tan destructivo que el campo de sirope escarchado del ninja misterioso se deshizo y los bandidos salieron volando en distintas direcciones. A aquellas alturas de la refriega la mayoría de los asaltadores ya se habían dado cuenta de que en aquella comitiva viajaban, al menos, dos ninjas bien entrenados. Y que, por consiguiente, no iba a ser una presa fácil. La duda se dibujaba ya en el rostro de muchos, otros estaban malheridos o muertos...
—¡Retirada! ¡Retirada, joder, retirada! —vociferó el que parecía ser el líder de todos ellos, un tipo considerablemente más alto y musculado que los demás que había estado luchando contra las mercenarias del primer carromato con ayuda de un gigantesco tetsubō de hierro negro—. ¡A los bosques!
Los bandidos que estaban en condiciones de huir —algo más de la mitad— no dudaron al escuchar los gritos de su jefe. Abandonaron la batalla a todo correr, tratando de perderse entre el follaje, e incluso algunos afortunados llevaban consigo los objetos de valor que habían podido robar.
Mientras Akame veía a los rufianes retirarse, buscó con la mirada al líder, como un ave rapaz tratando de avistar a su presa. Sin embargo, también era consciente de que algunos de los civiles que habían huído durante la refriega todavía estaban perdidos en el bosque, y podrían caer presa de los bandidos una vez estos se hubiesen retirado.
La cuestión era entonces, ¿qué hacer? ¿Perseguir a la cabeza de la serpiente, o salvar a los corderos inocentes?
«¡Ahora!»
Akame realizó de nuevo los sellos del Tigre y el Perro, y volvió a expulsar una bala de chakra Fuuton presurizado y altamente inestable. Los rufianes recibieron de lleno tanto el impacto directo como la onda expansiva; el efecto de la técnica fue tan destructivo que el campo de sirope escarchado del ninja misterioso se deshizo y los bandidos salieron volando en distintas direcciones. A aquellas alturas de la refriega la mayoría de los asaltadores ya se habían dado cuenta de que en aquella comitiva viajaban, al menos, dos ninjas bien entrenados. Y que, por consiguiente, no iba a ser una presa fácil. La duda se dibujaba ya en el rostro de muchos, otros estaban malheridos o muertos...
—¡Retirada! ¡Retirada, joder, retirada! —vociferó el que parecía ser el líder de todos ellos, un tipo considerablemente más alto y musculado que los demás que había estado luchando contra las mercenarias del primer carromato con ayuda de un gigantesco tetsubō de hierro negro—. ¡A los bosques!
Los bandidos que estaban en condiciones de huir —algo más de la mitad— no dudaron al escuchar los gritos de su jefe. Abandonaron la batalla a todo correr, tratando de perderse entre el follaje, e incluso algunos afortunados llevaban consigo los objetos de valor que habían podido robar.
Mientras Akame veía a los rufianes retirarse, buscó con la mirada al líder, como un ave rapaz tratando de avistar a su presa. Sin embargo, también era consciente de que algunos de los civiles que habían huído durante la refriega todavía estaban perdidos en el bosque, y podrían caer presa de los bandidos una vez estos se hubiesen retirado.
La cuestión era entonces, ¿qué hacer? ¿Perseguir a la cabeza de la serpiente, o salvar a los corderos inocentes?