8/11/2018, 04:05
—Bonita forma de alejarte de los problemas: colándote por la noche en una propiedad privada.
—Si Ōnamuji no va a la montaña —dijo, enigmático, con el brazo aún firme—. la montaña va a Ōnamuji.
—Shaneji, ¿qué coño pasa?
—Kaido. El chico que preguntó por ti… con su verdadera apariencia. Te dije que investigaras, Mutsuku.
—¡Jo-der! ¡Pregúntale quién le manda! Y… ¡Y dile que yo soy un trabajador honrado, joder! ¡Qué cumple con sus impuestos como todo ciudadano de a pie y que tengo todos los papeles en regla!
—¿Acaso tengo cara de trabajar para el puto fisco? ya te lo dije, vine a por curro. Escuché por el barrio que estabais necesitando gente como yo para vigilar vuestras rutas —pegó un sonoro esnifido, dirigido hacia la otra puerta cercana que expedía aquel olor a maría—. en la que imagino que movéis la especialidad de la casa, ¿no?
Por último, sonrió. Bastante jocoso.
»¿Estáis contratando o no? —indagó, como si fuera la conversación más casual del mundo. Como si Shaneji no le hubiera intentado abrir un hueco en el pecho, y que él no le estuviese apuntando continuamente sin quitarle la mira de encima.
—Si Ōnamuji no va a la montaña —dijo, enigmático, con el brazo aún firme—. la montaña va a Ōnamuji.
—Shaneji, ¿qué coño pasa?
—Kaido. El chico que preguntó por ti… con su verdadera apariencia. Te dije que investigaras, Mutsuku.
—¡Jo-der! ¡Pregúntale quién le manda! Y… ¡Y dile que yo soy un trabajador honrado, joder! ¡Qué cumple con sus impuestos como todo ciudadano de a pie y que tengo todos los papeles en regla!
—¿Acaso tengo cara de trabajar para el puto fisco? ya te lo dije, vine a por curro. Escuché por el barrio que estabais necesitando gente como yo para vigilar vuestras rutas —pegó un sonoro esnifido, dirigido hacia la otra puerta cercana que expedía aquel olor a maría—. en la que imagino que movéis la especialidad de la casa, ¿no?
Por último, sonrió. Bastante jocoso.
»¿Estáis contratando o no? —indagó, como si fuera la conversación más casual del mundo. Como si Shaneji no le hubiera intentado abrir un hueco en el pecho, y que él no le estuviese apuntando continuamente sin quitarle la mira de encima.