11/11/2018, 00:01
Cuando volvió, la anciana yacía débilmente recostada en su sillón. Se sostenía la cabeza, como si un gran dolor le acaeciera, y sólo se dignó a abrir los ojos cuando el causante de su decaída le trajo finalmente las pastillas para esa tensión suya que se le subía con bastante facilidad a causa de la edad. Cogió el frasco, extrajo una píldora y se la tragó entre sollozos suspiros.
—¿Q-qué quieres de mí, muchacho? —preguntó, porque realmente no entendía aquella cruzada a la que le estaba sometiendo por tan sólo "haber visto a un hombre con descripciones similares a la de su muchacho. Su muchacho, que en paz descansaba desde hacía mucho tiempo.
—¿Q-qué quieres de mí, muchacho? —preguntó, porque realmente no entendía aquella cruzada a la que le estaba sometiendo por tan sólo "haber visto a un hombre con descripciones similares a la de su muchacho. Su muchacho, que en paz descansaba desde hacía mucho tiempo.