15/11/2018, 23:25
—Vale. Tienes razón.
En la oración de "Dar la razón como a los tontos" casi siempre Nabi sustituía a los tontos a la perfección, porque la de gente que me lo hacía se contaba en miles ya. Torcí la nariz, sin saber exactamente como reaccionar.
¿Qué esperaba Eri de mí? ¿Que le dijera "Sí, claro, confiemos de nuevo en esos conspiranoicos y traicioneros chacales, ¿qué podría salir mal?" o "Ah, que Ayame se arrepiente, hagamosle una estatua en la plaza principal de Uzushiogakure, LA DIOSA DE AMEGAKURE NOS BENDICE CON SUS REMORDIMIENTOS" ?
Claro, no podía mentirle. Tampoco podía decirle la verdad. Suspiré abiertamente y seguí el camino en silencio. Era la única opción que se me ocurría para evitar más subterfugios y abrir más heridas.
Por un leve momento, recordé que yo también vi el mundo del color del que lo veía Eri ahora, todo rosa, ni bien ni mal, solo rosa. Justo después se me abalanzaron todos los momentos que me definieron a la perfección el bien y el mal, el momento en que el mundo cobró matices.
Si ella no lo había experimentado, no iba a poder explicarselo. Yo veía claro lo que tenía que hacer y lo que no. Y ahora tenía una misión que cumplir.
En la oración de "Dar la razón como a los tontos" casi siempre Nabi sustituía a los tontos a la perfección, porque la de gente que me lo hacía se contaba en miles ya. Torcí la nariz, sin saber exactamente como reaccionar.
¿Qué esperaba Eri de mí? ¿Que le dijera "Sí, claro, confiemos de nuevo en esos conspiranoicos y traicioneros chacales, ¿qué podría salir mal?" o "Ah, que Ayame se arrepiente, hagamosle una estatua en la plaza principal de Uzushiogakure, LA DIOSA DE AMEGAKURE NOS BENDICE CON SUS REMORDIMIENTOS" ?
Claro, no podía mentirle. Tampoco podía decirle la verdad. Suspiré abiertamente y seguí el camino en silencio. Era la única opción que se me ocurría para evitar más subterfugios y abrir más heridas.
Por un leve momento, recordé que yo también vi el mundo del color del que lo veía Eri ahora, todo rosa, ni bien ni mal, solo rosa. Justo después se me abalanzaron todos los momentos que me definieron a la perfección el bien y el mal, el momento en que el mundo cobró matices.
Si ella no lo había experimentado, no iba a poder explicarselo. Yo veía claro lo que tenía que hacer y lo que no. Y ahora tenía una misión que cumplir.
—Nabi—