19/11/2018, 22:38
«Bueno, un día de camino siendo muy optimistas... Tenemos que rodear toda la cordillera del Valle de los Dojos, cruzar el Valle del Fin y sólo entonces dirigirnos hacia el sur...», meditaba Daruu, por supuesto, en voz baja. Si se atrevía a contradecirle en ese estado seguro que se llevaba una hostia.
No podía culpar el nerviosismo de Zetsuo, quien se paseaba nervioso por la habitación, dando tumbos de un lado a otro.
—Bueno, ¿estáis todos bien? Hora de salir. Vamos. —Daruu fue el primero que se dirigió a la puerta y bajó las escaleras. Ya fuera de la cabaña, el grupo cogió brío a la vera del río. Si continuaban corriente abajo, llegarían al Valle del Fin, su primera parada.
—¿No dejó ninguna pista? ¿Nada sospechoso? —dijo Kiroe—. Mierda, así no llegaremos nunca. Todos podéis crear o invocar aves, ¿no? ¡Pues a los pájaros!
Daruu asintió, y casi al unísono con su madre formuló una serie de sellos que acabó en ellos dos escupiendo sendas masas de caramelo púrpuras al suelo. Rápidamente tomaron forma de pájaro. Madre e hijo saltaron a sus respectivas aves y despegaron de tierra.
—¡No os quedéis atrás!
No podía culpar el nerviosismo de Zetsuo, quien se paseaba nervioso por la habitación, dando tumbos de un lado a otro.
—Bueno, ¿estáis todos bien? Hora de salir. Vamos. —Daruu fue el primero que se dirigió a la puerta y bajó las escaleras. Ya fuera de la cabaña, el grupo cogió brío a la vera del río. Si continuaban corriente abajo, llegarían al Valle del Fin, su primera parada.
—¿No dejó ninguna pista? ¿Nada sospechoso? —dijo Kiroe—. Mierda, así no llegaremos nunca. Todos podéis crear o invocar aves, ¿no? ¡Pues a los pájaros!
Daruu asintió, y casi al unísono con su madre formuló una serie de sellos que acabó en ellos dos escupiendo sendas masas de caramelo púrpuras al suelo. Rápidamente tomaron forma de pájaro. Madre e hijo saltaron a sus respectivas aves y despegaron de tierra.
—¡No os quedéis atrás!