22/11/2018, 21:12
—No lo niego, Ayame. De hecho, no quiero ni siquiera imaginarme lo que sería ser el carcelero de una bestia tan poderosa —inquirió Yota, y Ayame resopló para sí.
—No. Claro que no lo sabéis. Ninguno de vosotros escucha voces dentro de su cabeza ni vive con el miedo a perder el control una y otra vez a la mínima que te sales un poco de tus casillas, ni tenéis miedo a quedar inconscientes y herir a tus seres queridos o a arramblar una grada llena de gente inocente que nada tiene que ver contigo. No. Claro que no lo sabéis —repitió, con ojos vidriosos, volviéndose hacia ellos—. Nunca nadie se ha preocupado por lo que siento siendo Jinchūriki. Simplemente soy "la Guardiana", "la Carcelera". Y ahora además soy la loca que perdió el control en ese estúpido examen. ¿Creéis que me oculto por miedo a los Uchiha? —preguntó, señalando el antifaz y el gorro de bruja que yacían aún sobre el sofá—. ¡Pues ellos son la menor de mis preocupaciones! ¡Me oculto porque no vaya a ser que dé la casualidad de que, allá donde vaya, haya alguien que sí estuvo entre el público del examen y pueda reconocerme y señalarme y cundir el pánico entre la gente! ¿Os creéis que es una especie de "honor" ser Jinchūriki? ¡Pues yo no lo elegí! ¡Y si por mí fuera, haría lo que estuviera en mi mano para arrancarme el Bijū de dentro y poder vivir tranquila!
Aquellas últimas palabras sonaron ahogadas en su garganta, y la muchacha tuvo que respirar hondo varias veces para recuperar la compostura. Le ardía la espalda, allí entre los omóplatos, y de alguna manera supo que el Gobi no estaba nada contento con todo aquello. La kunoichi terminó por cruzarse de brazos de nuevo y volverse hacia la pared. A aquellas alturas, poco le importaba quiénes pudieran ser los llamados Hermanos del Desierto, pero tanto Daruu como Kiroe estaban terriblemente interesados en aquel dato.
Y no podía negar que la curiosidad le picaba...
Y no sólo por la evidente posición estratégica de saberlo, sino porque, aunque jamás lo diría en voz alta, sentiría que tenía un compañero allá en el País de los Remolinos. Alguien que comprendía de verdad lo que era aquello...
—No. Claro que no lo sabéis. Ninguno de vosotros escucha voces dentro de su cabeza ni vive con el miedo a perder el control una y otra vez a la mínima que te sales un poco de tus casillas, ni tenéis miedo a quedar inconscientes y herir a tus seres queridos o a arramblar una grada llena de gente inocente que nada tiene que ver contigo. No. Claro que no lo sabéis —repitió, con ojos vidriosos, volviéndose hacia ellos—. Nunca nadie se ha preocupado por lo que siento siendo Jinchūriki. Simplemente soy "la Guardiana", "la Carcelera". Y ahora además soy la loca que perdió el control en ese estúpido examen. ¿Creéis que me oculto por miedo a los Uchiha? —preguntó, señalando el antifaz y el gorro de bruja que yacían aún sobre el sofá—. ¡Pues ellos son la menor de mis preocupaciones! ¡Me oculto porque no vaya a ser que dé la casualidad de que, allá donde vaya, haya alguien que sí estuvo entre el público del examen y pueda reconocerme y señalarme y cundir el pánico entre la gente! ¿Os creéis que es una especie de "honor" ser Jinchūriki? ¡Pues yo no lo elegí! ¡Y si por mí fuera, haría lo que estuviera en mi mano para arrancarme el Bijū de dentro y poder vivir tranquila!
Aquellas últimas palabras sonaron ahogadas en su garganta, y la muchacha tuvo que respirar hondo varias veces para recuperar la compostura. Le ardía la espalda, allí entre los omóplatos, y de alguna manera supo que el Gobi no estaba nada contento con todo aquello. La kunoichi terminó por cruzarse de brazos de nuevo y volverse hacia la pared. A aquellas alturas, poco le importaba quiénes pudieran ser los llamados Hermanos del Desierto, pero tanto Daruu como Kiroe estaban terriblemente interesados en aquel dato.
Y no podía negar que la curiosidad le picaba...
Y no sólo por la evidente posición estratégica de saberlo, sino porque, aunque jamás lo diría en voz alta, sentiría que tenía un compañero allá en el País de los Remolinos. Alguien que comprendía de verdad lo que era aquello...