25/11/2018, 17:36
Kyogi. Kyogi tenía un jodido machete, mientras Komtan, el de la daga; hacía de la mandado al buscar sus propias liebres. Kaido tomó una pata de la suya, ya cocinada, y comió por primera vez desde que se había sentado, que no quería decir que su cuerpo y sus sentidos no estuviesen al cien concentrados en aquel par de desconocidos que habían calado en su hoguera.
—Gracias, gracias. Pero malo será que no aguanten hasta la noche.
—No. Lo malo sería que os quedarais sin caballo para remar de ese carruaje. Se ve bastante pesado. ¿Traéis miles de liebres, acaso?
—Oi, ¿y de dónde sois? Que me cuelguen si no tenéis pinta de mercenarios. Sin quereros faltar os lo digo.
—¿Traes soga? —respondió, con una sonrisa en el rostro.
—Gracias, gracias. Pero malo será que no aguanten hasta la noche.
—No. Lo malo sería que os quedarais sin caballo para remar de ese carruaje. Se ve bastante pesado. ¿Traéis miles de liebres, acaso?
—Oi, ¿y de dónde sois? Que me cuelguen si no tenéis pinta de mercenarios. Sin quereros faltar os lo digo.
—¿Traes soga? —respondió, con una sonrisa en el rostro.