25/11/2018, 19:03
La centella, de pronto, cayó sin que nadie lo viera venir. No esperó la orden del olimpo para descargar su furia titánica sobre aquel hombre, reiteradas veces, hasta dejar su rostro irreconocible. Pam, pam, pam. El Tetsubō aplastando sin piedra. El sonido de la carne descuajándose y la sangre haciéndose grumos con cada impacto.
Joder, se le venía haciendo bastante familiar últimamente. Aquello le recordó a la cumbre final de Katame. La escena era curiosamente similar.
Todo pasó muy rápido, pero él lo veía en cámara lenta. A Komtam, abalanzándose hacia Shaneji en un intento burdo de salvar a su compatriota muerto. Y a Nokomizuchi, casi que moviéndose por sí sola y arrastrando ella la mano de Kaido hasta que se interpuso al nivel del estómago de aquel cazador.
Desgarrando y no cortando, pues esa era la especialidad de su sierra. Desgarrar.
Kaido interpuso su otra mano para profundizar el corte y acabar con la miseria de aquel hombre, tirando lo más fuerte posible de su jodida espada. Se deslizó medio metro y giró, para contemplar la escena. Para caer en cuenta, ahora sí, de lo sucedido. De la masacre.
—Estaría bien que avisaras ante de estas cosas, cabrón —le recriminó—. ¿por qué coño atacaste?
«Oh, conociéndole, puede ser por múltiples cosas. Ahora tenemos dos caballos para apurar el paso hasta el puerto, y un cargamento de... ¿comida?» —meditó, con los ojos abiertos como platos y la respiración un tanto agitada. Se acercó hasta el carruaje sin esperar respuesta, sabiendo que Shaneji aún cabalgaba su propio éxtasis, y alzó la manta que cubría la mercancía para ver qué coño era—. «tranquilo, recuerda que los pecados de Dragón Rojo no serán tuyos. Mataste porque así fue necesario.»
Joder, se le venía haciendo bastante familiar últimamente. Aquello le recordó a la cumbre final de Katame. La escena era curiosamente similar.
Todo pasó muy rápido, pero él lo veía en cámara lenta. A Komtam, abalanzándose hacia Shaneji en un intento burdo de salvar a su compatriota muerto. Y a Nokomizuchi, casi que moviéndose por sí sola y arrastrando ella la mano de Kaido hasta que se interpuso al nivel del estómago de aquel cazador.
Desgarrando y no cortando, pues esa era la especialidad de su sierra. Desgarrar.
Kaido interpuso su otra mano para profundizar el corte y acabar con la miseria de aquel hombre, tirando lo más fuerte posible de su jodida espada. Se deslizó medio metro y giró, para contemplar la escena. Para caer en cuenta, ahora sí, de lo sucedido. De la masacre.
—Estaría bien que avisaras ante de estas cosas, cabrón —le recriminó—. ¿por qué coño atacaste?
«Oh, conociéndole, puede ser por múltiples cosas. Ahora tenemos dos caballos para apurar el paso hasta el puerto, y un cargamento de... ¿comida?» —meditó, con los ojos abiertos como platos y la respiración un tanto agitada. Se acercó hasta el carruaje sin esperar respuesta, sabiendo que Shaneji aún cabalgaba su propio éxtasis, y alzó la manta que cubría la mercancía para ver qué coño era—. «tranquilo, recuerda que los pecados de Dragón Rojo no serán tuyos. Mataste porque así fue necesario.»