27/11/2018, 03:25
—No eres el primer hombre de piel azul que me lo dice.
—Pero sí el último.
Kaido alzó la mano, antagónico, y se pasó el dedo por uno de sus caninos. Bastó un leve desliz para que parte de la yema se rasgase con el filo de su propio diente. Luego, una gota de sangre, ínfima, cayendo en picada sobre el agua. Tlic.
Y su aroma contagió no sólo sus propias fosas nasales, sino las del Rey.
—Pero sí el último.
Kaido alzó la mano, antagónico, y se pasó el dedo por uno de sus caninos. Bastó un leve desliz para que parte de la yema se rasgase con el filo de su propio diente. Luego, una gota de sangre, ínfima, cayendo en picada sobre el agua. Tlic.
Y su aroma contagió no sólo sus propias fosas nasales, sino las del Rey.