29/11/2018, 00:31
—Estaré al pendiente y con altas expectativas para nuestro próximo encuentro, Juro-sensei.
— Eso espero, Kazuma-kun. Venga, descansa — dijo Juro, y tras darle una palmadita en el hombro, se marchó al dojo.
Ahí, comenzó a ordenar las cosas, y a reparar la marioneta que había sido dañada durante el combate, mientras pensaba en todo lo que había pasado.
« Está emocionado. Creo que le he gustado como sensei » — pensó, y con tan solo imaginarlo, no podía contener la emoción. ¡Lo había conseguido! Todo había valido la pena. Los días trabajando, las coreografías preparadas, la ayuda extra... ¡Todo había funcionado!
Tanto estuvo trabajando, que se le hizo tarde. Cuando se dio cuenta, había dos personas más en el dojo con él.
Una de ellas era la mujer que había atendido a Kazuma, la viuda de Takeshi. Le miraba, burlona, mientras se cruzaba de brazos. La otra era la anciana que había ayudado Kazuma. La anciana suspiró al ver a la mujer.
— Por favor, Katsue, ¿Puedes deshacer ya la técnica? Tu aspecto es... vulgar — murmuró la mujer.
— ¡Qué aburrida eres, abuela! — Una nube de humo se liberó, y entonces, apareció una imagen bien diferente: en realidad, ella no era una viuda, ni una mujer tan mayor. Era una muchacha joven, de veinticinco años, pelo rubio y piel blanca. Tenía una cicatriz de guerra que pasaba por su ojo derecho y moría en su mejilla, pero por lo demás, era una ex-shinobi sana y fuerte, con ninguna tendencia sádica —. Hacerme pasar por viuda ha sido genial. Creo que ese es mi papel.
— Lastima que no haya ningun hombre que te aguante.
— ¡Oye!
Juro se ruborizó al verlas, y sintió alivio porque Kazuma se hubiera marchado. Desde luego, meter a tu hermana y a tu abuela en la primera prueba que haces a tu alumno no era muy profesional...
— Os pedí ayuda porque andaba un poco perdido — protestó Juro —. Espero que no hayais escandalizado a mi alumno.
— Para nada — murmuró Katsue, sacandole la lengua —. Tengo que admitir que tu alumno es... un chico curioso. Nunca me había encontrado con uno igual. Desde luego, te ha tocado un bicho raro.
— ¿Actuó bien?
— Sí, parece que sí. Pero su mirada denota inteligencia — murmuró su abuela, Furui —. No me ayudo con unos fines totalmente altruistas. Quizá se lo esperaba.
— Así que la anciana no ha conseguido darle una lección sobre la humildad — dijo Katsue, con otra sonrisa lobuna.
— Eso es lo que tu te crees, muchacha — dijo la anciana, y volvió a soltar una carcajada. Juro temió por la vida de su alumno en esos momentos.
Cuando a Kazuma se le ocurriera probar el caramelo que la adorable ancianita le había entregado, descubriría algo totalmente distinto: al principio, un sabor dulzón, que subía por su palador, similar al de la miel. Parecía un caramelo inocente, y porque no, delicioso.
Pero entonces, la miel se volvería hiel. La garganta comenzaría a picarle, y Kazuma empezaría a toser descontroladamente. Los ojos le llorarían y comenzaría a marearse. El efecto duraría los siguientes cinco minutos.
Así, Kazuma aprendería una valiosa lección: no hay que confiar en los desconocidos, por muy inofensivos que parezcan.
— Eso espero, Kazuma-kun. Venga, descansa — dijo Juro, y tras darle una palmadita en el hombro, se marchó al dojo.
Ahí, comenzó a ordenar las cosas, y a reparar la marioneta que había sido dañada durante el combate, mientras pensaba en todo lo que había pasado.
« Está emocionado. Creo que le he gustado como sensei » — pensó, y con tan solo imaginarlo, no podía contener la emoción. ¡Lo había conseguido! Todo había valido la pena. Los días trabajando, las coreografías preparadas, la ayuda extra... ¡Todo había funcionado!
Tanto estuvo trabajando, que se le hizo tarde. Cuando se dio cuenta, había dos personas más en el dojo con él.
Una de ellas era la mujer que había atendido a Kazuma, la viuda de Takeshi. Le miraba, burlona, mientras se cruzaba de brazos. La otra era la anciana que había ayudado Kazuma. La anciana suspiró al ver a la mujer.
— Por favor, Katsue, ¿Puedes deshacer ya la técnica? Tu aspecto es... vulgar — murmuró la mujer.
— ¡Qué aburrida eres, abuela! — Una nube de humo se liberó, y entonces, apareció una imagen bien diferente: en realidad, ella no era una viuda, ni una mujer tan mayor. Era una muchacha joven, de veinticinco años, pelo rubio y piel blanca. Tenía una cicatriz de guerra que pasaba por su ojo derecho y moría en su mejilla, pero por lo demás, era una ex-shinobi sana y fuerte, con ninguna tendencia sádica —. Hacerme pasar por viuda ha sido genial. Creo que ese es mi papel.
— Lastima que no haya ningun hombre que te aguante.
— ¡Oye!
Juro se ruborizó al verlas, y sintió alivio porque Kazuma se hubiera marchado. Desde luego, meter a tu hermana y a tu abuela en la primera prueba que haces a tu alumno no era muy profesional...
— Os pedí ayuda porque andaba un poco perdido — protestó Juro —. Espero que no hayais escandalizado a mi alumno.
— Para nada — murmuró Katsue, sacandole la lengua —. Tengo que admitir que tu alumno es... un chico curioso. Nunca me había encontrado con uno igual. Desde luego, te ha tocado un bicho raro.
— ¿Actuó bien?
— Sí, parece que sí. Pero su mirada denota inteligencia — murmuró su abuela, Furui —. No me ayudo con unos fines totalmente altruistas. Quizá se lo esperaba.
— Así que la anciana no ha conseguido darle una lección sobre la humildad — dijo Katsue, con otra sonrisa lobuna.
— Eso es lo que tu te crees, muchacha — dijo la anciana, y volvió a soltar una carcajada. Juro temió por la vida de su alumno en esos momentos.
...
Cuando a Kazuma se le ocurriera probar el caramelo que la adorable ancianita le había entregado, descubriría algo totalmente distinto: al principio, un sabor dulzón, que subía por su palador, similar al de la miel. Parecía un caramelo inocente, y porque no, delicioso.
Pero entonces, la miel se volvería hiel. La garganta comenzaría a picarle, y Kazuma empezaría a toser descontroladamente. Los ojos le llorarían y comenzaría a marearse. El efecto duraría los siguientes cinco minutos.
Así, Kazuma aprendería una valiosa lección: no hay que confiar en los desconocidos, por muy inofensivos que parezcan.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60