30/11/2018, 02:06
—Me sorprendió tu decisión, Kaido. Te lo compensaré. Te lo prometo.
—Eso espero.
«Si tan sólo supieras que lo único que compensa este viaje es tu muerte. Y la de los otros séis. »
»Nos vamos al agua, Kaido. Nos vamos al agua.
Al agua. A la jodida Hibakari. Y si seguía teniendo tanta suerte como ahora, por qué no, a Ryūgū-jō.
Kaido acompañó a Shaneji en su ascenso hasta el barco, que además de pequeño, no parecía ser muy lujoso que digamos. Tenía todo el aspecto de una barcaza de mercader, golpeada por los años del mar que pesaban más de aquellos que se vivían en tierra. En él trabajaban una gran diversidad de hombres, todos temerosos y en silencio, salvo uno.
Cicatrices le cubrían gran parte del rostro y el torso. Llevaba un jodido látigo, y con él, educaba al leproso que yacía desahuciado en el suelo. Shaneji pidió explicaciones y él, ligeramente acojonado, respondió. Temía, y mucho. Al igual que el resto de la tripulación.
El gyojin alzó el pescuezo cuando éste se dirigió a él.
—La nueva contratación —dijo, tras una sonrisa socarrona—. —Hozuki Kaido, para serviros.
—Eso espero.
«Si tan sólo supieras que lo único que compensa este viaje es tu muerte. Y la de los otros séis. »
»Nos vamos al agua, Kaido. Nos vamos al agua.
Al agua. A la jodida Hibakari. Y si seguía teniendo tanta suerte como ahora, por qué no, a Ryūgū-jō.
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Kaido acompañó a Shaneji en su ascenso hasta el barco, que además de pequeño, no parecía ser muy lujoso que digamos. Tenía todo el aspecto de una barcaza de mercader, golpeada por los años del mar que pesaban más de aquellos que se vivían en tierra. En él trabajaban una gran diversidad de hombres, todos temerosos y en silencio, salvo uno.
Cicatrices le cubrían gran parte del rostro y el torso. Llevaba un jodido látigo, y con él, educaba al leproso que yacía desahuciado en el suelo. Shaneji pidió explicaciones y él, ligeramente acojonado, respondió. Temía, y mucho. Al igual que el resto de la tripulación.
El gyojin alzó el pescuezo cuando éste se dirigió a él.
—La nueva contratación —dijo, tras una sonrisa socarrona—. —Hozuki Kaido, para serviros.