30/11/2018, 19:23
—De todos modos, Datsue, ¿acaso te he dado permiso yo para limar asperezas con na...? —comenzó a protestar Hanabi, cansado de los tejemanejes en la sombra de Datsue, cuando sus oídos captaron una terrible señal.
El mandatario intentó echarse hacia adelante rápidamente, pero cayó de la silla de la impresión. Chasqueando la lengua, se levantó a toda prisa y chocó las palmas de las manos contra el escritorio. Un despeinado Hanabi le observaba con cara de horror.
»¡Oh, no! ¿¡Y qué hiciste!? ¿¡No me digas que...!?
Había tenido pesadillas con aquél momento. Si Datsue le había hecho algo a Aotsuki Ayame, sólo cabía esperar la guerra.
El mandatario intentó echarse hacia adelante rápidamente, pero cayó de la silla de la impresión. Chasqueando la lengua, se levantó a toda prisa y chocó las palmas de las manos contra el escritorio. Un despeinado Hanabi le observaba con cara de horror.
»¡Oh, no! ¿¡Y qué hiciste!? ¿¡No me digas que...!?
Había tenido pesadillas con aquél momento. Si Datsue le había hecho algo a Aotsuki Ayame, sólo cabía esperar la guerra.