1/12/2018, 02:43
(Última modificación: 1/12/2018, 03:39 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
El viaje de Kaido fue tranquilo y aburrido. Comida insípida; las típicas historias de marinero; y ni una tormenta que pusiese las cosas interesantes en aquel barco. Ni producto de la naturaleza, ni del hombre. Todos tenían demasiado respeto a Shaneji, y cualquier vieja disputa que pudiese haber entre los marineros parecía aparcada por el momento. Una tregua obligada ante un peligro mayor.
No fue hasta una semana después que llegaron a su destino. El puerto Hibakari, con la pequeña ciudad a sus espaldas, les recibía con las manos abiertas.
No obstante, Kaido y Shaneji tuvieron que atracar camuflados en un Henge no Jutsu. Llamaban demasiado la atención —especialmente Shaneji, de sobra conocido por aquellas tierras— y sus armas eran sinónimo de ser algo más que simples comerciantes. Con la mercancía que llevaban, y pese a Shaneji asegurar que tenían varios guardas en su bolsillo, no podían permitirse correr el riesgo.
Mas no se adentraron en la ciudad. En seguida tiraron hacia el oeste, bordeando la costa por caminos estrechos hasta que hicieron un alto para encender un fuego. Al frente, el mar embravecido rompiendo contra los acantilados. A la espalda, un bosque de pinos. Habían llegado tarde, y la luna se dejaba ver, vergonzosa, entre las nubes blancas del firmamento.
Ninguno de los dos la oyó hasta que ya estuvo frente a sus narices.
—¡Shaneji-kuuuun! —Era una voz aguda e infantil, muy propia del cuerpo pequeño del que salía. Una niña de no más de doce años, que había emergido del bosque corriendo a abrazar a Shaneji—. ¡Te echamos mucho de menos! —exclamó, ante un Shaneji que no sabía donde meterse. Los brazos pegados al cuerpo, tenso, y con los ojos desviados hacia otra parte. No hizo ni un gesto para corresponder al abrazo, pero, por alguna razón, tampoco para frenarlo—. ¿Por qué tardaste tanto? ¿Eh? ¿Por qué?
La niña era tal y como había leído Kaido en su informe. Delgada, de piel blanca y cabellos negros. Tenía los ojos de una extraña tonalidad violeta, y tanto su actitud como su aspecto era risueño e infantil. Lo único que parecía desentonar, si acaso, era su vestimenta: una túnica de mangas anchas totalmente negra.
—¿Es el chico del que nos hablaste? —preguntó, mirando a Kaido con ojos curiosos. Se acercó a él como un perrito asustado al que le ofrecen comida: muy poco a poco, pero cediendo finalmente a la gula. Alzó una de sus diminutas manos para estrechársela—. Encantada de conocerte.
No fue hasta una semana después que llegaron a su destino. El puerto Hibakari, con la pequeña ciudad a sus espaldas, les recibía con las manos abiertas.
No obstante, Kaido y Shaneji tuvieron que atracar camuflados en un Henge no Jutsu. Llamaban demasiado la atención —especialmente Shaneji, de sobra conocido por aquellas tierras— y sus armas eran sinónimo de ser algo más que simples comerciantes. Con la mercancía que llevaban, y pese a Shaneji asegurar que tenían varios guardas en su bolsillo, no podían permitirse correr el riesgo.
Mas no se adentraron en la ciudad. En seguida tiraron hacia el oeste, bordeando la costa por caminos estrechos hasta que hicieron un alto para encender un fuego. Al frente, el mar embravecido rompiendo contra los acantilados. A la espalda, un bosque de pinos. Habían llegado tarde, y la luna se dejaba ver, vergonzosa, entre las nubes blancas del firmamento.
Ninguno de los dos la oyó hasta que ya estuvo frente a sus narices.
—¡Shaneji-kuuuun! —Era una voz aguda e infantil, muy propia del cuerpo pequeño del que salía. Una niña de no más de doce años, que había emergido del bosque corriendo a abrazar a Shaneji—. ¡Te echamos mucho de menos! —exclamó, ante un Shaneji que no sabía donde meterse. Los brazos pegados al cuerpo, tenso, y con los ojos desviados hacia otra parte. No hizo ni un gesto para corresponder al abrazo, pero, por alguna razón, tampoco para frenarlo—. ¿Por qué tardaste tanto? ¿Eh? ¿Por qué?
La niña era tal y como había leído Kaido en su informe. Delgada, de piel blanca y cabellos negros. Tenía los ojos de una extraña tonalidad violeta, y tanto su actitud como su aspecto era risueño e infantil. Lo único que parecía desentonar, si acaso, era su vestimenta: una túnica de mangas anchas totalmente negra.
—¿Es el chico del que nos hablaste? —preguntó, mirando a Kaido con ojos curiosos. Se acercó a él como un perrito asustado al que le ofrecen comida: muy poco a poco, pero cediendo finalmente a la gula. Alzó una de sus diminutas manos para estrechársela—. Encantada de conocerte.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado