1/12/2018, 22:42
Shaneji se encogió de hombros cuando encontró el desconcierto en la mirada de Kaido.
—Estoy dando la cara por ti, pero no todos se fían —directo y sin rodeos, como acostumbraba.
Cuando Kaido se puso el saco en la cabeza, quedó sumido en la oscuridad. Era totalmente opaco, y solo con mucho esfuerzo podía distinguir algo del suelo que pisaba, bajando los ojos todo lo que podía.
Sintió una mano suave envolviendo la suya.
—No tengas miedo, Kaido. Yo te guio. —Esta vez no hubo ningún momento mágico.
Llevaban caminando más de una hora, y hacía un rato que no oían las olas del mar. En realidad, el trayecto no era tan largo, pero habían dado varios rodeos para desorientar a Kaido. Medidas de precaución impuestas por Ryū. En su opinión, un desperdicio de tiempo. A su modo de ver, Kaido saldría de allí con un dragón en la nuca o con los pies por delante.
No había más opciones.
Se hubiese ahorrado toda aquella pantomima, claro, pero Muñeca no llevaba bien desobedecer sus peticiones, que para ella eran más bien órdenes, ni tampoco mantener el pico cerrado al respecto.
—No lo has hecho, ¿verdad? —Muñeca le miraba con ojos preocupados—. Papá no estará contento.
Shaneji chasqueó la lengua. Aquella niña… De algún modo, siempre se las arreglaba para ver a través de él. Se detuvo, con la paciencia agotada.
—Aquí será suficiente.
Y lo siguiente que notó Kaido fue un objeto contundente estrellándose contra su nuca.
Perdió el conocimiento.
Una voz le hablaba. Una voz que conocía muy bien. Le decía que se despertase. Que ya había dormido suficiente siesta por el día.
Poco a poco, Kaido fue recuperando el conocimiento. Tenía el cuello agarrotado, y le dolía algo la cabeza, pero ya no había ningún saco ocultando su visión. Lo primero que creyó fue que se encontraba en un valle. Uno en el que había mucha humedad. El cielo estaba azul y despejado, aunque sin sol. No, más bien estaba teñido de naranja. Era el ocaso. Y de un rojo oscuro. Aquello debía ser el sol.
Pero es que luego también había nubes alargadas coloreadas en el cielo, de un verde esmeralda y rosa. Acaso… ¿una aurora boreal?
—Vamos, espabila. —La voz de Shaneji sacándole del trance.
Fue entonces cuando se dio cuenta. No estaba en un valle, sino en una cueva. Una amplísima, con centenares de estalagmitas, estalactitas y columnas rocosas de variadas y extrañas formas que llegaba hasta el techo. Algunas de ellas, iluminadas por luces de neón verde y azul, parecían árboles. Otras, si la mente te jugaba una mala pasada, calaveras apiñadas unas con otras. La bóveda de la cueva también reflejaba distintos colores, según la potente luz de neón por la que era iluminada. Y dicha bóveda, a su vez, se veía reflejada en el gran lago que invadía el centro de la cueva.
Faltaban palabras para hacer justicia a aquella maravilla de la naturaleza. Pero, más que decir que era bonita, de fantasía o impresionante, creo que lo más acertado de asegurar es que cuando uno se encontraba allí dentro, algo dentro de él le hacía creer en Dios.
Porque si algo transmitía, eso era divinidad.
—Estoy dando la cara por ti, pero no todos se fían —directo y sin rodeos, como acostumbraba.
Cuando Kaido se puso el saco en la cabeza, quedó sumido en la oscuridad. Era totalmente opaco, y solo con mucho esfuerzo podía distinguir algo del suelo que pisaba, bajando los ojos todo lo que podía.
Sintió una mano suave envolviendo la suya.
—No tengas miedo, Kaido. Yo te guio. —Esta vez no hubo ningún momento mágico.
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Llevaban caminando más de una hora, y hacía un rato que no oían las olas del mar. En realidad, el trayecto no era tan largo, pero habían dado varios rodeos para desorientar a Kaido. Medidas de precaución impuestas por Ryū. En su opinión, un desperdicio de tiempo. A su modo de ver, Kaido saldría de allí con un dragón en la nuca o con los pies por delante.
No había más opciones.
Se hubiese ahorrado toda aquella pantomima, claro, pero Muñeca no llevaba bien desobedecer sus peticiones, que para ella eran más bien órdenes, ni tampoco mantener el pico cerrado al respecto.
—No lo has hecho, ¿verdad? —Muñeca le miraba con ojos preocupados—. Papá no estará contento.
Shaneji chasqueó la lengua. Aquella niña… De algún modo, siempre se las arreglaba para ver a través de él. Se detuvo, con la paciencia agotada.
—Aquí será suficiente.
Y lo siguiente que notó Kaido fue un objeto contundente estrellándose contra su nuca.
Perdió el conocimiento.
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Una voz le hablaba. Una voz que conocía muy bien. Le decía que se despertase. Que ya había dormido suficiente siesta por el día.
Poco a poco, Kaido fue recuperando el conocimiento. Tenía el cuello agarrotado, y le dolía algo la cabeza, pero ya no había ningún saco ocultando su visión. Lo primero que creyó fue que se encontraba en un valle. Uno en el que había mucha humedad. El cielo estaba azul y despejado, aunque sin sol. No, más bien estaba teñido de naranja. Era el ocaso. Y de un rojo oscuro. Aquello debía ser el sol.
Pero es que luego también había nubes alargadas coloreadas en el cielo, de un verde esmeralda y rosa. Acaso… ¿una aurora boreal?
—Vamos, espabila. —La voz de Shaneji sacándole del trance.
Fue entonces cuando se dio cuenta. No estaba en un valle, sino en una cueva. Una amplísima, con centenares de estalagmitas, estalactitas y columnas rocosas de variadas y extrañas formas que llegaba hasta el techo. Algunas de ellas, iluminadas por luces de neón verde y azul, parecían árboles. Otras, si la mente te jugaba una mala pasada, calaveras apiñadas unas con otras. La bóveda de la cueva también reflejaba distintos colores, según la potente luz de neón por la que era iluminada. Y dicha bóveda, a su vez, se veía reflejada en el gran lago que invadía el centro de la cueva.
Faltaban palabras para hacer justicia a aquella maravilla de la naturaleza. Pero, más que decir que era bonita, de fantasía o impresionante, creo que lo más acertado de asegurar es que cuando uno se encontraba allí dentro, algo dentro de él le hacía creer en Dios.
Porque si algo transmitía, eso era divinidad.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado