2/12/2018, 03:18
¿Qué Kaido estaba destinado, al contrario que Katame, a ser un Dragón?
—El tiempo lo dirá —dijo con voz ronca—. Pero te has ganado la oportunidad de intentarlo —desvió la mirada hacia Muñeca—. Dile que venga.
Muñeca salió corriendo y desapareció entre las estalagmitas.
—Después de esto, tú y yo tenemos que hablar —le espetó Shaneji a Ryū. Algo en su voz indicaba que no estaba precisamente contento.
Ryū le miró a los ojos, pero no dijo nada, manteniéndose en un silencio incómodo. Incómodo para el resto, porque era como tener ante ti al mayor de los depredadores y saber que, si le entraba hambre, eras pez muerto.
Muñeca no tardó en volver. Y lo hizo acompañada de una mujer de unos cuarenta años, de cabello negro que apenas alcanzaban sus hombros, piel blanca y ojos castaños oscuros. Caminaba con una elegancia que le salía natural, sin necesidad de esforzarse o forzarlo. Vestía, no obstante, con ropas viejas y desgastadas. Una camisa de cuadros holgada, un vaquero y simples zapatillas.
Se estaba prendiendo un cigarro en la boca. Le ofreció uno a Ryū.
—Lo he dejado.
La mujer le miró con sorpresa.
—Vaya, no te tenía por un hombre preocupado por la salud.
—No lo hace porque sea malo —intervino Muñeca, como todo niño que se da cuenta que su profesora se ha confundido y quiere evidenciarlo—. Es Despedida. Siempre elimina una debilidad que tenga en Despedida. ¿Verdad que sí, papi?
Ryū no respondió.
—Ya veo… —desvió la mirada hacia Kaido—. Y este debe de ser… Kaido, ¿me equivoco? Joder, Shaneji. Parecéis gemelos.
—¿Me estás llamando feo? —Ella rio, y contagió con su risa a Shaneji y a Muñeca.
Ryū en cambio no parecía encontrarle la gracia.
—Está preparado para tomar la marca.
La mujer dio una calada al cigarrillo y su rostro se puso más serio.
—¿Estás seguro? —preguntó a Kaido—. Es peligroso.
—Con peligroso quiere decir que la mayoría mueren.
—El tiempo lo dirá —dijo con voz ronca—. Pero te has ganado la oportunidad de intentarlo —desvió la mirada hacia Muñeca—. Dile que venga.
Muñeca salió corriendo y desapareció entre las estalagmitas.
—Después de esto, tú y yo tenemos que hablar —le espetó Shaneji a Ryū. Algo en su voz indicaba que no estaba precisamente contento.
Ryū le miró a los ojos, pero no dijo nada, manteniéndose en un silencio incómodo. Incómodo para el resto, porque era como tener ante ti al mayor de los depredadores y saber que, si le entraba hambre, eras pez muerto.
Muñeca no tardó en volver. Y lo hizo acompañada de una mujer de unos cuarenta años, de cabello negro que apenas alcanzaban sus hombros, piel blanca y ojos castaños oscuros. Caminaba con una elegancia que le salía natural, sin necesidad de esforzarse o forzarlo. Vestía, no obstante, con ropas viejas y desgastadas. Una camisa de cuadros holgada, un vaquero y simples zapatillas.
Se estaba prendiendo un cigarro en la boca. Le ofreció uno a Ryū.
—Lo he dejado.
La mujer le miró con sorpresa.
—Vaya, no te tenía por un hombre preocupado por la salud.
—No lo hace porque sea malo —intervino Muñeca, como todo niño que se da cuenta que su profesora se ha confundido y quiere evidenciarlo—. Es Despedida. Siempre elimina una debilidad que tenga en Despedida. ¿Verdad que sí, papi?
Ryū no respondió.
—Ya veo… —desvió la mirada hacia Kaido—. Y este debe de ser… Kaido, ¿me equivoco? Joder, Shaneji. Parecéis gemelos.
—¿Me estás llamando feo? —Ella rio, y contagió con su risa a Shaneji y a Muñeca.
Ryū en cambio no parecía encontrarle la gracia.
—Está preparado para tomar la marca.
La mujer dio una calada al cigarrillo y su rostro se puso más serio.
—¿Estás seguro? —preguntó a Kaido—. Es peligroso.
—Con peligroso quiere decir que la mayoría mueren.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado