2/12/2018, 04:51
Otohime le pidió que se quitase la camisa, y tras morderse el pulgar, realizó una circunferencia en el hombro de Kaido. Allí donde le había pedido ser bautizado. Continuó dibujando complicados símbolos y fórmulas por todo su cuerpo, y continuó incluso sobre la roca caliza, dibujando kanjis que el Umikiba ni comprendía ni comprendería en su vida.
Pronto, sin embargo, fue formándose un patrón que sus ojos si lograron entender. Una figura, más bien, en el suelo. Un dragón de ocho cabezas y ocho colas, todas en distintas posturas y formando un gran círculo alrededor de él. Y es que él era las alas, el torso, el corazón.
Otohime realizó entonces una larga cadena de sellos. Kaido no había visto realizar tantos juntos en su vida. El sello que conectaba a Otohime y Shaneji se iluminó, como así también la propia marca de ella, en la nuca. Las escrituras del suelo empezaron a moverse, absorbidas por la marca dejada en el hombro de Kaido. Todas se deslizaron por la superficie y su propia piel como serpientes, hasta que no quedó nada más que un dragón dibujado en su hombro.
Estaba de perfil, erguido y desafiante. Se le veía un ala, desplegada, y cuatro patas en postura de combate. Su cola, larga, formaba una especia de ú, envolviendo sus dos patas traseras. Tenía la boca abierta, amenazante, y, en definitiva, colaba como un simple tatuaje tribal negro.
Negro, sí. Completamente negro y no con partes rojas como sí las tenía el dragón de Shaneji. O de Katame. O de Otohime. O del resto que se encontraba allí, vaya.
—Necesito echarme a dormir —pese a que había usado el chakra de Shaneji, parecía agotada—. Y tú también —dijo a Kaido, quien no había sentido nada más reseñable que unas simples cosquillas.
Lo que no sabía es que lo peor estaba todavía por llegar.
Pronto, sin embargo, fue formándose un patrón que sus ojos si lograron entender. Una figura, más bien, en el suelo. Un dragón de ocho cabezas y ocho colas, todas en distintas posturas y formando un gran círculo alrededor de él. Y es que él era las alas, el torso, el corazón.
Otohime realizó entonces una larga cadena de sellos. Kaido no había visto realizar tantos juntos en su vida. El sello que conectaba a Otohime y Shaneji se iluminó, como así también la propia marca de ella, en la nuca. Las escrituras del suelo empezaron a moverse, absorbidas por la marca dejada en el hombro de Kaido. Todas se deslizaron por la superficie y su propia piel como serpientes, hasta que no quedó nada más que un dragón dibujado en su hombro.
Estaba de perfil, erguido y desafiante. Se le veía un ala, desplegada, y cuatro patas en postura de combate. Su cola, larga, formaba una especia de ú, envolviendo sus dos patas traseras. Tenía la boca abierta, amenazante, y, en definitiva, colaba como un simple tatuaje tribal negro.
Negro, sí. Completamente negro y no con partes rojas como sí las tenía el dragón de Shaneji. O de Katame. O de Otohime. O del resto que se encontraba allí, vaya.
—Necesito echarme a dormir —pese a que había usado el chakra de Shaneji, parecía agotada—. Y tú también —dijo a Kaido, quien no había sentido nada más reseñable que unas simples cosquillas.
Lo que no sabía es que lo peor estaba todavía por llegar.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado