2/12/2018, 19:24
—No estás preparado. Todavía no.
—¿¡Y entonces cuándo? ¿cuándo seas incapaz de levantarte de esa silla? ¿cuanto la vista no te permita ver más allá de tus narices?! —alegó, con la furia digna de una bestia. Enervado, hastiado. Cansado de la espera. De aguardar por un momento que llevaba años esperando y que nunca llegaba, muy a pesar de cada uno de sus méritos. De cada uno de sus sacrificios. De cada una de sus pérdidas. Keisuke había sido la menor de todas, pero pérdida al fin. Migoru, Rakon, Yarou. El mismísimo Shaneji, cuya existencia estaba intrínsecamente ligada a él y a su pasado. A la historia que se esconde tras su condición. Tras la leyenda del Umi no Shisoku. Pero nada bastaba. Nada nunca era suficiente para ella. ¡Nada!—. tienes miedo. A decir verdad, creo que siempre lo has tenido. Mírate, estás en el lecho de tus días de grandeza. Tras de ti sólo quedamos nosotros, el futuro. Y eso te jode. Te carcome. ¿No es cierto, Maestra?
Pero por eso estamos aquí esta noche. Para enfrentar nuestros mayores temores. Para exterminarlos.
El cuerpo de Umikiba Kaido, tras sus últimas palabras, mutó. Mutó como sólo él podía lograr hacerlo. Hinchándose hasta que ahí no hubo sino una bestia musculosa que recordaba, quizás, al mismísimo Ryū.
—¿¡Y entonces cuándo? ¿cuándo seas incapaz de levantarte de esa silla? ¿cuanto la vista no te permita ver más allá de tus narices?! —alegó, con la furia digna de una bestia. Enervado, hastiado. Cansado de la espera. De aguardar por un momento que llevaba años esperando y que nunca llegaba, muy a pesar de cada uno de sus méritos. De cada uno de sus sacrificios. De cada una de sus pérdidas. Keisuke había sido la menor de todas, pero pérdida al fin. Migoru, Rakon, Yarou. El mismísimo Shaneji, cuya existencia estaba intrínsecamente ligada a él y a su pasado. A la historia que se esconde tras su condición. Tras la leyenda del Umi no Shisoku. Pero nada bastaba. Nada nunca era suficiente para ella. ¡Nada!—. tienes miedo. A decir verdad, creo que siempre lo has tenido. Mírate, estás en el lecho de tus días de grandeza. Tras de ti sólo quedamos nosotros, el futuro. Y eso te jode. Te carcome. ¿No es cierto, Maestra?
Pero por eso estamos aquí esta noche. Para enfrentar nuestros mayores temores. Para exterminarlos.
El cuerpo de Umikiba Kaido, tras sus últimas palabras, mutó. Mutó como sólo él podía lograr hacerlo. Hinchándose hasta que ahí no hubo sino una bestia musculosa que recordaba, quizás, al mismísimo Ryū.