2/12/2018, 22:07
Kaido se sumergió entonces, tras su primer final, en un limbo infinito. En una secuencia de acontecimientos y vivencias que una y otra vez acababan con él siendo apuñalado, y no siempre el arma que finiquitaba su vida era empuñada por la misma persona. Una vez había sido Daruu, luego Ayame, también incluso su buen amigo Manase Mogura. Mogura... él le había dado antes de su viaje el valor dentro de un frasco. Ahora que podía verlo de forma introspectiva, seguro que era veneno.
Una tras otra, muerte tras muerte, el subconsciente de Kaido fue adaptándose a su fortuito declive. Hasta que el reloj del tiempo comenzó a dar marcha hacia atrás, llevándole hacia aquellos momentos cumbres de su vida donde habría tomado decisiones que cambiaron de una u otra forma el curso de su mera existencia. Todos nos preguntamos alguna vez en nuestras vidas lo que haríamos si pudiéramos ser capaces de viajar al pasado para cambiar las cosas, ¿no es cierto?
Y ahora Kaido estaba siendo obligado por los entresijos de un sello malvado y maldito a moldear su destino a imagen y semejanza de...
... Dragón Rojo.
Se encontraba frente a Shaneji. O más bien encima. El cabello le goteaba, húmedo, por la incesante batalla en la que se habían enfrascado ellos dos. A su alrededor, decenas de armas iban y venían, los clank resultantes de los choques de espadas entre los ninja de Amegakure y los miembros de Dragón Rojo rebotaban eternamente en el eco que generaba Ryūgū-jō.
Su espada se deslizaba sutilmente por el cuello de su Hermano de Agua. Y alguien le imploraba a que acabase de una vez por todas con su existencia. Era una voz conocida. Una vieja enemiga de la organización.
—Mátalo —repetía, una y otra vez. Desesperada—. —acaba con él, Kaido. ¡Ya, mátalo!
Sólo que esa vez, Shaneji no murió.
—Yo ... yo, No.
Una tras otra, muerte tras muerte, el subconsciente de Kaido fue adaptándose a su fortuito declive. Hasta que el reloj del tiempo comenzó a dar marcha hacia atrás, llevándole hacia aquellos momentos cumbres de su vida donde habría tomado decisiones que cambiaron de una u otra forma el curso de su mera existencia. Todos nos preguntamos alguna vez en nuestras vidas lo que haríamos si pudiéramos ser capaces de viajar al pasado para cambiar las cosas, ¿no es cierto?
Y ahora Kaido estaba siendo obligado por los entresijos de un sello malvado y maldito a moldear su destino a imagen y semejanza de...
... Dragón Rojo.
Se encontraba frente a Shaneji. O más bien encima. El cabello le goteaba, húmedo, por la incesante batalla en la que se habían enfrascado ellos dos. A su alrededor, decenas de armas iban y venían, los clank resultantes de los choques de espadas entre los ninja de Amegakure y los miembros de Dragón Rojo rebotaban eternamente en el eco que generaba Ryūgū-jō.
Su espada se deslizaba sutilmente por el cuello de su Hermano de Agua. Y alguien le imploraba a que acabase de una vez por todas con su existencia. Era una voz conocida. Una vieja enemiga de la organización.
—Mátalo —repetía, una y otra vez. Desesperada—. —acaba con él, Kaido. ¡Ya, mátalo!
Sólo que esa vez, Shaneji no murió.
—Yo ... yo, No.