2/12/2018, 22:49
Las primeras traiciones empezaban así. Simplemente con una omisión a su deber. Simplemente haciéndose a un lado. Simplemente diciendo: no.
Shaneji aprovechó el momento, y disparó a Hageshi en la cabeza.
—¡Juuuuujujujujuju! —Así de fácil. La Kaguya se desplomó en el suelo, inerte. Sin vida en aquellos ojos que una vez se habían ganado la confianza de Kaido.
Como una pieza de dominó al caer, el resto del escuadrón se vino abajo con la caída de su jefa. Shaneji estalló de júbilo. Ryū se alzó victorioso. Muñeca reía. El Dragón Rojo sobrevivía otro día. Habían perdido a varios miembros en aquella cruenta batalla, pero habían ganado a un tiburón. Habían ganado a Kaido.
Shaneji cumplió su promesa. Semanas más tarde, le llevó junto a Daseru. Le llevó junto al Rey del Mar. Un grandioso tiburón blanco que le otorgó el Pacto de Invocación. Y con ello, un poder que Kaido jamás se había atrevido a soñar. Pero aquello solo era el principio. Como Umi no Shisoku que era, como Hijo del Océano reconocido, Kaido tenía una responsabilidad sobre sus hombros: la de cambiar el mundo.
Y lo iba a hacer desde aquel momento, porque en él, y solo en él, estaba la capacidad para revivirla. Para sacarla de su largo letargo y dejar que la luz del día volviese a bañarla. Él, y solo él, podía…
… devolver a Kirigakure no Sato su antigua gloria.
Fue una aventura digna de contar en las mejores sagas, y de revivirla oyéndola a juglares y trovadores. Una en la que Kaido buceaba hasta las entrañas de la Antigua Aldea de la Neblina Sangrienta. Una en la que desenterraba una espada legendaria del corazón de su antecesor, el anterior Umi no Shisoku, y deshacía la maldición que allí se había lanzado. Y el agua se evaporaba…
... y el mundo temblaba...
... y Kirigakure no Sato resurgía de las profundidades del mar.
Sintió que aquel era el día más feliz de su vida. Que todo encajaba ahora para él. A aquella aventura le sucedieron más. Deponían al Señor Feudal del País del Agua por otro de sus intereses. El Dragón Rojo seguía creciendo, y nutría a la Villa con los nuevos ninjas y genios que brotaban en sus tierras. Y el resto de Villas la reconocían como un igual. Incluso Yui, quien hasta entonces había tratado de matarle. Y les tenían respeto. Miedo.
Y Kaido, Kaido se alzaba en la verdadera cúspide de la pirámide. Junto a sus Hermanos Dragones. Mandando. Organizándolo todo a su antojo. A su gusto. Y, por primera vez, se sentía lleno. Completo.
Shaneji aprovechó el momento, y disparó a Hageshi en la cabeza.
—¡Juuuuujujujujuju! —Así de fácil. La Kaguya se desplomó en el suelo, inerte. Sin vida en aquellos ojos que una vez se habían ganado la confianza de Kaido.
Como una pieza de dominó al caer, el resto del escuadrón se vino abajo con la caída de su jefa. Shaneji estalló de júbilo. Ryū se alzó victorioso. Muñeca reía. El Dragón Rojo sobrevivía otro día. Habían perdido a varios miembros en aquella cruenta batalla, pero habían ganado a un tiburón. Habían ganado a Kaido.
Shaneji cumplió su promesa. Semanas más tarde, le llevó junto a Daseru. Le llevó junto al Rey del Mar. Un grandioso tiburón blanco que le otorgó el Pacto de Invocación. Y con ello, un poder que Kaido jamás se había atrevido a soñar. Pero aquello solo era el principio. Como Umi no Shisoku que era, como Hijo del Océano reconocido, Kaido tenía una responsabilidad sobre sus hombros: la de cambiar el mundo.
Y lo iba a hacer desde aquel momento, porque en él, y solo en él, estaba la capacidad para revivirla. Para sacarla de su largo letargo y dejar que la luz del día volviese a bañarla. Él, y solo él, podía…
… devolver a Kirigakure no Sato su antigua gloria.
Fue una aventura digna de contar en las mejores sagas, y de revivirla oyéndola a juglares y trovadores. Una en la que Kaido buceaba hasta las entrañas de la Antigua Aldea de la Neblina Sangrienta. Una en la que desenterraba una espada legendaria del corazón de su antecesor, el anterior Umi no Shisoku, y deshacía la maldición que allí se había lanzado. Y el agua se evaporaba…
... y el mundo temblaba...
... y Kirigakure no Sato resurgía de las profundidades del mar.
Sintió que aquel era el día más feliz de su vida. Que todo encajaba ahora para él. A aquella aventura le sucedieron más. Deponían al Señor Feudal del País del Agua por otro de sus intereses. El Dragón Rojo seguía creciendo, y nutría a la Villa con los nuevos ninjas y genios que brotaban en sus tierras. Y el resto de Villas la reconocían como un igual. Incluso Yui, quien hasta entonces había tratado de matarle. Y les tenían respeto. Miedo.
Y Kaido, Kaido se alzaba en la verdadera cúspide de la pirámide. Junto a sus Hermanos Dragones. Mandando. Organizándolo todo a su antojo. A su gusto. Y, por primera vez, se sentía lleno. Completo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado