6/12/2018, 00:59
(Última modificación: 6/12/2018, 01:08 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
La tensión empapaba el aire, que podía cortarse y separarse en dos con el dedo índice. Daruu se mordió el labio inferior. Miró a la izquierda: Zetsuo y Kori estaban en total guardia. La temperatura del ambiente había descendido. Miró a la derecha: nunca había visto a su madre tan seria.
—Nos vamos —contestó a Zetsuo, también con aparente calma. Aunque a Daruu le pareció que le temblaba algo la voz—. Ya hemos recogido suficiente información para que Yui pueda tomar una decisión al respecto. Y nos hemos ausentado lo suficiente, también.
—¡De eso nada, ni hablar! —Daruu hizo un aspaviento con el brazo—. No nos vamos a ir a ninguna parte. No sin Ayame.
—No lo haré. No dejaré que la única familia que tengo se convierta... ¡en una panda de traidores!
—¡¡Ayame también es nuestra familia!!
—¿¡Pero tú tienes idea de lo que estás haciendo!? ¡Yui podría declararnos traidores! ¡Podrían salir a darnos caza! ¡Necesitamos informar de lo que hemos estado haciendo, y sobretodo de que no hemos traicionado a la aldea! ¿¡Crees que tu propia Kage no sabrá lo que hacer ante esto!? ¿¡Te crees con mejor juicio y postestad que la Kage para buscar a Ayame!?
Daruu apretó los puños y bajó la mirada. Todo el cuerpo le temblaba. Caminó lentamente hacia su madre.
»¡O-os lo advierto! ¡Me enfrentaré a v-vosotros si e-es necesario! —exclamó Kiroe, sacando un kunai del portaobjetos.
Pero Daruu se acercó a su madre, le quitó el kunai de la mano con delicadeza y con cuidado y se fundió con ella en un abrazo.
—No, tienes razón, mamá.
—¿V-vas a hacerme c-caso?
—Alguien tendrá que convencer a Yui de que no somos unos traidores.
—¿Q-qué...? ¡ESPERA, N-
¡FSUM!
Un solitario kunai se clavó en la hierba. Con un destello carmesí, los Amedama habían desaparecido.
Si los Aotsuki se daban la vuelta, verían la silueta de un caballo de caramelo muy similar al que ahora yacía convertido en un charco a pocos metros de ellos.
Daruu se acercó, serio. Pasó entre ambos hermanos y bajó del caballo, que también se deshizo.
—Vamos. Esto no ha sido agradable para nadie y no sabemos si mi madre ha dejado alguna marca de sangre por el camino.
—Nos vamos —contestó a Zetsuo, también con aparente calma. Aunque a Daruu le pareció que le temblaba algo la voz—. Ya hemos recogido suficiente información para que Yui pueda tomar una decisión al respecto. Y nos hemos ausentado lo suficiente, también.
—¡De eso nada, ni hablar! —Daruu hizo un aspaviento con el brazo—. No nos vamos a ir a ninguna parte. No sin Ayame.
—No lo haré. No dejaré que la única familia que tengo se convierta... ¡en una panda de traidores!
—¡¡Ayame también es nuestra familia!!
—¿¡Pero tú tienes idea de lo que estás haciendo!? ¡Yui podría declararnos traidores! ¡Podrían salir a darnos caza! ¡Necesitamos informar de lo que hemos estado haciendo, y sobretodo de que no hemos traicionado a la aldea! ¿¡Crees que tu propia Kage no sabrá lo que hacer ante esto!? ¿¡Te crees con mejor juicio y postestad que la Kage para buscar a Ayame!?
Daruu apretó los puños y bajó la mirada. Todo el cuerpo le temblaba. Caminó lentamente hacia su madre.
»¡O-os lo advierto! ¡Me enfrentaré a v-vosotros si e-es necesario! —exclamó Kiroe, sacando un kunai del portaobjetos.
Pero Daruu se acercó a su madre, le quitó el kunai de la mano con delicadeza y con cuidado y se fundió con ella en un abrazo.
—No, tienes razón, mamá.
—¿V-vas a hacerme c-caso?
—Alguien tendrá que convencer a Yui de que no somos unos traidores.
—¿Q-qué...? ¡ESPERA, N-
¡FSUM!
Un solitario kunai se clavó en la hierba. Con un destello carmesí, los Amedama habían desaparecido.
Si los Aotsuki se daban la vuelta, verían la silueta de un caballo de caramelo muy similar al que ahora yacía convertido en un charco a pocos metros de ellos.
Daruu se acercó, serio. Pasó entre ambos hermanos y bajó del caballo, que también se deshizo.
—Vamos. Esto no ha sido agradable para nadie y no sabemos si mi madre ha dejado alguna marca de sangre por el camino.