7/12/2018, 02:21
(Última modificación: 9/01/2019, 00:05 por Inuzuka Etsu. Editado 1 vez en total.)
El tiempo había pasado, mucho tiempo a decir verdad. El examen de chunin había marcado un antes y un después. Para bien o para mal, y en Etsu y Akane había hecho mella. La sensación que Etsu se llevó del evento no había sido para nada positiva, si no mas bien lo contrario. Y no solo por cosa de cómo había actuado, si no que también había podido observar que la actual paz pendía de un hilo. Igual de fácil estaban en armonía, como podía estallar un conflicto. Chica broma.
Por ello, y por él mismo, el Inuzuka comenzó un arduo régimen de entrenamiento. Aún mas intenso que el habitual, cosa que ya de por sí no era moco de pavo. Podía pasar días entrenando sin descanso mas que para recuperar el aliento. El descanso ya apenas estaba enmarcado en su vocabulario. Tanto era así, que ya no tenía relación alguna con otra persona, salvo con Akane. Casi se podría decir que se había vuelto un antisocial de cuidado...
Pero, en realidad no era cosa de que el chico no quisiese relacionarse con nadie mas. Lo único que le faltaba era tiempo. Una pena, pero no podía depender de sus habilidades sociales a la hora de lograr sus objetivos, debía ser el mejor shinobi, y eso requiere de una habilidad espléndida, y una implicación completa. De ninguna manera llegaría a cumplir sus propias expectativas si no trabajaba duro. El Inuzuka no pensaba decepcionar al abuelo, y mucho menos decepcionarse a sí mismo. Tenía un futuro brillante por delante, y eso lo tenía bien claro.
—¡Vamos, Akane! —inquirió en última instancia —ya solo quedan cien mas...
El sudor resbalaba por su rostro hasta su barbilla, donde terminaba por caer al vacío. No demasiado dramático, de ahí llegaban con tremenda rapidez al tatami, que apenas a cinco centímetros esperaba a que el chico golpease con su nariz su superficie. En ocasiones eran 5 centímetros, en otra algo mas. Los sobrecargados músculos del chico temblaban como flanes en la mesa de un buen gourmet. Aun así, no desistía. Una mas, otra, otra, otra... ya no las hacía tan veloces como al inicio, pero sin duda no se rendía. Continuaba con recelo, con paso firme, con determinación.
Frente a él, su enorme can imitaba el ejercicio.
Un nuevo golpeo leve de su respingona nariz contra el tatami anunció una nueva flexión. Poco mas tarde, una mas. Y así continuaba, como si su vida dependiese de ello. No había nada mas en el universo que él y su objetivo actual. Apenas le podía siquiera prestar atención al huskie, todo a su alrededor se había vuelto realmente oscuro y efímero. Nada tenía en éstos instantes tanto valor como ese record personal de flexiones diarias... y eso que apenas era mediodía.
—Una... más...
Temblando cual volcán en erupción, el Inuzuka terminó por caer al suelo, agotado. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Aunque estaba abatido, lo había logrado. Por el momento iba a superar el número de flexiones del anterior día, lo cuál era genial. Pero por otro lado, apenas tenía fuerzas para levantarse.
A su alrededor, la vida seguía. Un gran número de personas iban y venían. Bueno, quizás no tantas, ya que el frío de una tarde invernal hacía que muchos hogareños prefiriesen refugiarse en casa a entrenar.
Por ello, y por él mismo, el Inuzuka comenzó un arduo régimen de entrenamiento. Aún mas intenso que el habitual, cosa que ya de por sí no era moco de pavo. Podía pasar días entrenando sin descanso mas que para recuperar el aliento. El descanso ya apenas estaba enmarcado en su vocabulario. Tanto era así, que ya no tenía relación alguna con otra persona, salvo con Akane. Casi se podría decir que se había vuelto un antisocial de cuidado...
Pero, en realidad no era cosa de que el chico no quisiese relacionarse con nadie mas. Lo único que le faltaba era tiempo. Una pena, pero no podía depender de sus habilidades sociales a la hora de lograr sus objetivos, debía ser el mejor shinobi, y eso requiere de una habilidad espléndida, y una implicación completa. De ninguna manera llegaría a cumplir sus propias expectativas si no trabajaba duro. El Inuzuka no pensaba decepcionar al abuelo, y mucho menos decepcionarse a sí mismo. Tenía un futuro brillante por delante, y eso lo tenía bien claro.
—¡Vamos, Akane! —inquirió en última instancia —ya solo quedan cien mas...
El sudor resbalaba por su rostro hasta su barbilla, donde terminaba por caer al vacío. No demasiado dramático, de ahí llegaban con tremenda rapidez al tatami, que apenas a cinco centímetros esperaba a que el chico golpease con su nariz su superficie. En ocasiones eran 5 centímetros, en otra algo mas. Los sobrecargados músculos del chico temblaban como flanes en la mesa de un buen gourmet. Aun así, no desistía. Una mas, otra, otra, otra... ya no las hacía tan veloces como al inicio, pero sin duda no se rendía. Continuaba con recelo, con paso firme, con determinación.
Frente a él, su enorme can imitaba el ejercicio.
Un nuevo golpeo leve de su respingona nariz contra el tatami anunció una nueva flexión. Poco mas tarde, una mas. Y así continuaba, como si su vida dependiese de ello. No había nada mas en el universo que él y su objetivo actual. Apenas le podía siquiera prestar atención al huskie, todo a su alrededor se había vuelto realmente oscuro y efímero. Nada tenía en éstos instantes tanto valor como ese record personal de flexiones diarias... y eso que apenas era mediodía.
—Una... más...
Temblando cual volcán en erupción, el Inuzuka terminó por caer al suelo, agotado. Una sonrisa se dibujó en su rostro. Aunque estaba abatido, lo había logrado. Por el momento iba a superar el número de flexiones del anterior día, lo cuál era genial. Pero por otro lado, apenas tenía fuerzas para levantarse.
A su alrededor, la vida seguía. Un gran número de personas iban y venían. Bueno, quizás no tantas, ya que el frío de una tarde invernal hacía que muchos hogareños prefiriesen refugiarse en casa a entrenar.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~