7/12/2018, 06:34
Ranko caminaba por el lado derecho de los pasillos. La gente que entraba y salía de los dojos pasaba por su lado, a veces obligándole a pegarse incluso más a la pared para evitar el contacto físico. Bajaba la mirada para permitirles ignorarla en paz. Aguantaba la respiración cada que un grupo suficientemente grande de ninjas pasaba cerca.
"Tienes que ir a entrenar por tu cuenta, especialmente los días que yo esté fuera" le había dicho su madre. La niña aceptó sin rechistar, aunque le diesen retortijones en el estómago. Le hacía muy mal practicar frente a otros.
Desafortunadamente para la kunoichi, ese día era uno muy ocupado en los Dojos de instrucción, y se le estaba dificultando ubicar una estancia desocupada. Aunque si se fijaba, la cantidad de personas no era tan grande, pero sí lo suficiente para incomodar a Ranko (y para ocupar egoístamente todos los dojos. ¡¿Qué se creen?!). Claro que podría preguntarle al encargado si podría guiarla a uno vacío. La desventaja de ello sería eso: tendría que preguntarle algo a alguien, lo cual era igual de malo. Recorrió varios pasillos buscando, pero en casi todos se escuchaba al menos una voz detrás de las puertas.
"Debí de haberme quedado en casa. Podría haber entrenado sola con mi soledad, pero nooo~ Mi madre tenía que decirme que viniera aquí precisamente" se dijo.
Después de un buen rato de buscar, se topó con una puerta detrás de la cual no parecía sonar ser alguno. Respiró profundamente. Tenía que ser allí. Si no, tendría que esperar por horas, tal vez. O entrar a entrenar con otras personas. ¡Qué miedo! Ligeramente abrigada con una blusa gruesa de mangas largas y pantalones que esta vez sí le llegaban a los tobillos, llevó su mano a la puerta. Tragó saliva.
"Por favor, que esté vacío, que esté vacío, que esté vacío, que esté vacío, que esté..."
Pero al deslizarla, no solo vio a un chico musculoso de rastas, sino a lo que parecía ser un lobo. Ambos entrenaban con ejercicios básicos, mas parecían llevar mucho tiempo haciéndolos. Ranko, con el corazón acelerado, dio un pequeñísimo paso hacia dentro del dojo, y se dispuso a caminar por todo el borde, yendo hacia la parte más alejada del chico.
"Se ve muy agitado y sudado. Debe de estar por irse. Por favor, que esté por irse, que esté por irse, que esté..."
Se sentó, intentando controlar la respiración, y desenfundó su wakizashi, Higanbana. La colocó sobre sus piernas cruzadas y se concentró en su reflejo sobre la hoja. Tal vez podría tener un aire reflexivo, mas Ranko en realidad no sabía qué hacer. Se dijo que no se levantaría a entrenar hasta que el ninja de las rastas se fuera.
"Sí... Sí, eso es lo mejor. Posiblemente lo molestaré si entreno ahorita. No seré un obstáculo ni nada... Además, ¿qué hace un lobo aquí? ¿Es una mascota ninja? No quiero molestarla a ella tampoco..."
Tragó saliva de nuevo y comenzó a respirar profundamente.
"Tienes que ir a entrenar por tu cuenta, especialmente los días que yo esté fuera" le había dicho su madre. La niña aceptó sin rechistar, aunque le diesen retortijones en el estómago. Le hacía muy mal practicar frente a otros.
Desafortunadamente para la kunoichi, ese día era uno muy ocupado en los Dojos de instrucción, y se le estaba dificultando ubicar una estancia desocupada. Aunque si se fijaba, la cantidad de personas no era tan grande, pero sí lo suficiente para incomodar a Ranko (y para ocupar egoístamente todos los dojos. ¡¿Qué se creen?!). Claro que podría preguntarle al encargado si podría guiarla a uno vacío. La desventaja de ello sería eso: tendría que preguntarle algo a alguien, lo cual era igual de malo. Recorrió varios pasillos buscando, pero en casi todos se escuchaba al menos una voz detrás de las puertas.
"Debí de haberme quedado en casa. Podría haber entrenado sola con mi soledad, pero nooo~ Mi madre tenía que decirme que viniera aquí precisamente" se dijo.
Después de un buen rato de buscar, se topó con una puerta detrás de la cual no parecía sonar ser alguno. Respiró profundamente. Tenía que ser allí. Si no, tendría que esperar por horas, tal vez. O entrar a entrenar con otras personas. ¡Qué miedo! Ligeramente abrigada con una blusa gruesa de mangas largas y pantalones que esta vez sí le llegaban a los tobillos, llevó su mano a la puerta. Tragó saliva.
"Por favor, que esté vacío, que esté vacío, que esté vacío, que esté vacío, que esté..."
Pero al deslizarla, no solo vio a un chico musculoso de rastas, sino a lo que parecía ser un lobo. Ambos entrenaban con ejercicios básicos, mas parecían llevar mucho tiempo haciéndolos. Ranko, con el corazón acelerado, dio un pequeñísimo paso hacia dentro del dojo, y se dispuso a caminar por todo el borde, yendo hacia la parte más alejada del chico.
"Se ve muy agitado y sudado. Debe de estar por irse. Por favor, que esté por irse, que esté por irse, que esté..."
Se sentó, intentando controlar la respiración, y desenfundó su wakizashi, Higanbana. La colocó sobre sus piernas cruzadas y se concentró en su reflejo sobre la hoja. Tal vez podría tener un aire reflexivo, mas Ranko en realidad no sabía qué hacer. Se dijo que no se levantaría a entrenar hasta que el ninja de las rastas se fuera.
"Sí... Sí, eso es lo mejor. Posiblemente lo molestaré si entreno ahorita. No seré un obstáculo ni nada... Además, ¿qué hace un lobo aquí? ¿Es una mascota ninja? No quiero molestarla a ella tampoco..."
Tragó saliva de nuevo y comenzó a respirar profundamente.
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