7/12/2018, 19:51
—La cuestión no es si podría. La cuestión es que debemos —rebatió Daruu—. Si estoy aquí con vosotros, es porque estoy haciendo lo que mi corazón dice que debo hacer. Simplemente, dejad que tome un poco de aire. Necesito recuperar algo de chakra.
Y mientras el chico deshacía el caballo de caramelo con un sello para recuperar las fuerzas perdidas, Zetsuo se cruzó de brazos e inclinó la cabeza.
—Sabes que soy el primero que quiere seguir adelante cueste lo que cueste, joder —le dijo, tan serio como sombrío—. Pero de nada va a servir apresurarnos si eso va a significar que terminaremos desfalleciendo de cansancio o hambre en cualquier momento.
—Si tengo la edad para asesinar a otros seres humanos por amor a la patria —continuó el muchacho, sonriendo para sí—, tengo también la edad de elegir por mí mismo como quiero arriesgarme. Y soy un miembro del Equipo Kōri. ¿No es este mi lugar, junto a mi sensei y mi compañera? Además, Ayame es tan importante para mi como para vosotros. Por favor, Kōri-sensei. Zetsuo-san. Confiad en mi como uno más.
Los dos Jōnin se miraron, uno con el ceño fruncido el otro tan imperturbable como un iceberg. Al final, terminaron por asentir.
—Por supuesto. Y recuperaremos al miembro del equipo que falta.
—Pero sigues siendo un menor y un Chūnin, así que quedarás bajo nuestro mandato —sentenció Zetsuo—. Además, no quiero tener que soportar a la pesada de tu madre por toda la eternidad si algo llegara a pasarte.
Dada la respuesta, Daruu formuló de nuevo aquella secuencia de sellos que ya comenzaba a antojarse familiar y construyó un ave de caramelo. Era hora de cambiar las monturas, y los dos Jōnin no dudaron ni un instante en invocar a su águila y a su búho nival.
—Dormiremos y cenaremos en Yamiria. Si las predicciones de mi madre son ciertas, vamos a tener que viajar a las islas del País del Agua.
—¿Desde cuándo te has convertido en el líder del grupo, mocoso? Creía que habíamos quedado en que las órdenes las iba a dar yo —le espetó Zetsuo, disgustado ante el tono autoritario de Daruu. Subió al lomo de su montura con movimientos cansados pero firmes, y cuando estuvo aposentado alzó la espalda en toda su longitud y cuadró los hombros—. Yamiria queda a medio día volando, así que espero que estéis preparados para un largo viaje. Seguramente llegaremos casi para desayunar. Habrá muy poco tiempo para dormir y descansar.
Kōri, que ya había subido a su ave, asintió en silencio. Y, ante una última orden, los animales batieron las alas y echaron a volar en dirección este.
Y mientras el chico deshacía el caballo de caramelo con un sello para recuperar las fuerzas perdidas, Zetsuo se cruzó de brazos e inclinó la cabeza.
—Sabes que soy el primero que quiere seguir adelante cueste lo que cueste, joder —le dijo, tan serio como sombrío—. Pero de nada va a servir apresurarnos si eso va a significar que terminaremos desfalleciendo de cansancio o hambre en cualquier momento.
—Si tengo la edad para asesinar a otros seres humanos por amor a la patria —continuó el muchacho, sonriendo para sí—, tengo también la edad de elegir por mí mismo como quiero arriesgarme. Y soy un miembro del Equipo Kōri. ¿No es este mi lugar, junto a mi sensei y mi compañera? Además, Ayame es tan importante para mi como para vosotros. Por favor, Kōri-sensei. Zetsuo-san. Confiad en mi como uno más.
Los dos Jōnin se miraron, uno con el ceño fruncido el otro tan imperturbable como un iceberg. Al final, terminaron por asentir.
—Por supuesto. Y recuperaremos al miembro del equipo que falta.
—Pero sigues siendo un menor y un Chūnin, así que quedarás bajo nuestro mandato —sentenció Zetsuo—. Además, no quiero tener que soportar a la pesada de tu madre por toda la eternidad si algo llegara a pasarte.
Dada la respuesta, Daruu formuló de nuevo aquella secuencia de sellos que ya comenzaba a antojarse familiar y construyó un ave de caramelo. Era hora de cambiar las monturas, y los dos Jōnin no dudaron ni un instante en invocar a su águila y a su búho nival.
—Dormiremos y cenaremos en Yamiria. Si las predicciones de mi madre son ciertas, vamos a tener que viajar a las islas del País del Agua.
—¿Desde cuándo te has convertido en el líder del grupo, mocoso? Creía que habíamos quedado en que las órdenes las iba a dar yo —le espetó Zetsuo, disgustado ante el tono autoritario de Daruu. Subió al lomo de su montura con movimientos cansados pero firmes, y cuando estuvo aposentado alzó la espalda en toda su longitud y cuadró los hombros—. Yamiria queda a medio día volando, así que espero que estéis preparados para un largo viaje. Seguramente llegaremos casi para desayunar. Habrá muy poco tiempo para dormir y descansar.
Kōri, que ya había subido a su ave, asintió en silencio. Y, ante una última orden, los animales batieron las alas y echaron a volar en dirección este.