7/12/2018, 21:10
Si despertar ya había sido lo suficientemente difícil, qué decir de levantarse de la cama y caminar. Sentía los músculos atrofiados, olvidadizos ante su propio peso. Sostenerse entero en cada avance era toda una tarea titánica, aunque lo logró. Tambaleó en los primeros pasos, tratando de apoyarse en los muros y siguió a Shaneji hasta el pasillo exterior, que acabó conduciéndole hasta el lago principal donde ahora yacía una amplia mesa con ocho asientos alrededor de ella. Aunque sólo tres sillas estaban ocupadas, y una por un rostro aún no familiar.
—Todo fue según lo esperado —informó la mujer. Supuso que era una por el tono de su voz, pues por las prendas que vestía, era imposible discernir su género. Todo su cuerpo yacía cubierto, dejaba absolutamente todo a la imaginación—. Pero descubrí algo, Ryū. Algo que no te va a gustar…
—Te presento a Kaido, Kyūtsuki. El nuevo Cabeza de Dragón.
Kyūtsuki. Con que ella también estaba en Hibakari. ¿Habría llegado durante sus casi dos semanas de sueño? era un tiempo bastante próximo al de un viaje a pie desde el País del Viento.
Él tampoco saludó. Tan sólo tomó asiento, mucho más serio de lo normal; y se dejó abrazar por un rotundo silencio mientras su mano derecha acariciaba su antebrazo izquierdo, donde un dragón dormía imponente sobre su propia piel. Le ardía, tanto como le dolía la cabeza.
—Continuad.
—Todo fue según lo esperado —informó la mujer. Supuso que era una por el tono de su voz, pues por las prendas que vestía, era imposible discernir su género. Todo su cuerpo yacía cubierto, dejaba absolutamente todo a la imaginación—. Pero descubrí algo, Ryū. Algo que no te va a gustar…
—Te presento a Kaido, Kyūtsuki. El nuevo Cabeza de Dragón.
Kyūtsuki. Con que ella también estaba en Hibakari. ¿Habría llegado durante sus casi dos semanas de sueño? era un tiempo bastante próximo al de un viaje a pie desde el País del Viento.
Él tampoco saludó. Tan sólo tomó asiento, mucho más serio de lo normal; y se dejó abrazar por un rotundo silencio mientras su mano derecha acariciaba su antebrazo izquierdo, donde un dragón dormía imponente sobre su propia piel. Le ardía, tanto como le dolía la cabeza.
—Continuad.