8/12/2018, 00:24
(Última modificación: 8/12/2018, 00:27 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Como la aguja de un reloj, unas gotas caían de una estalactita sobre la superficie del lago. Ploc, ploc, ploc. Marcando el tempo. El rápido intercambio de notas y tonos se había sucedido. Ahora era turno del silencio, de la larga tranquilidad antes de la hecatombe.
La máscara de Kyūtsuki giró de un lado a otro, recorriendo la mesa entera.
—Me encontré con una pequeña sorpresa en el País del Viento —empezó. Eso era lo que tenía que contarle a Ryū, lo que le había advertido no le iba a gustar, antes de ser interrumpidos por la aparición de Kaido—. En la Prisión del Yermo, un preso que debía estar muerto.
Incluso Shaneji, siempre tan temperamental, contuvo el aliento. Y es que, de alguna forma, él ya sabía lo que iba a decir. Como ese sexto sentido que tienen algunos animales para presentir un tsunami.
Lo sabía.
Lo sabía…
—Me encontré a Uchiha Zaide.
¡PAM!
—¿¡Cómo dices!?
Ryū acaba de reventar una cabeza de dragón de la mesa con la base de los puños. Esa misma mesa que había aguantado con indiferencia los continuos golpes del Hōzuki. Todos le miraron, e incluso Shaneji, que en otros momentos se volvería loco, pareció diluirse ante la ira que electrizó todo el cuerpo de Ryū.
Otohime sintió esa ira. Muñeca sintió esa ira. Kyutsuki sintió esa ira. Kaido sintió esa ira. El suelo, la mesa, el lago. Todos la sintieron. Pero no de manera figurada. Cuando digo que la sintieron, es que el suelo se resquebrajó. Es que las estalactitas se partieron por la mitad y llovieron del cielo. Es que el propio lago vibró de terror.
—¿¡CÓMO DICES!?
Otohime, la única que pareció mantener el tipo, hizo un claro gesto con las manos: ella ya lo había dicho todo.
—No es posible… ¡No es posible! —chilló Muñeca, conocedora de su delicada situación—. ¡Le matamos! ¡Katame lo hizo! ¡Le aplastó la cabeza! ¡Lo juro! —Como una náufraga, Muñeca buscó un trozo de madera al que asirse. Y ese no era otro que la persona que había sacado todo aquello en primer lugar—. ¡Kaido! Tú sabes que es mentira, ¿v-verdad?
La máscara de Kyūtsuki giró de un lado a otro, recorriendo la mesa entera.
—Me encontré con una pequeña sorpresa en el País del Viento —empezó. Eso era lo que tenía que contarle a Ryū, lo que le había advertido no le iba a gustar, antes de ser interrumpidos por la aparición de Kaido—. En la Prisión del Yermo, un preso que debía estar muerto.
Incluso Shaneji, siempre tan temperamental, contuvo el aliento. Y es que, de alguna forma, él ya sabía lo que iba a decir. Como ese sexto sentido que tienen algunos animales para presentir un tsunami.
Lo sabía.
Lo sabía…
—Me encontré a Uchiha Zaide.
¡PAM!
—¿¡Cómo dices!?
Ryū acaba de reventar una cabeza de dragón de la mesa con la base de los puños. Esa misma mesa que había aguantado con indiferencia los continuos golpes del Hōzuki. Todos le miraron, e incluso Shaneji, que en otros momentos se volvería loco, pareció diluirse ante la ira que electrizó todo el cuerpo de Ryū.
Otohime sintió esa ira. Muñeca sintió esa ira. Kyutsuki sintió esa ira. Kaido sintió esa ira. El suelo, la mesa, el lago. Todos la sintieron. Pero no de manera figurada. Cuando digo que la sintieron, es que el suelo se resquebrajó. Es que las estalactitas se partieron por la mitad y llovieron del cielo. Es que el propio lago vibró de terror.
Poder 140
—¿¡CÓMO DICES!?
Otohime, la única que pareció mantener el tipo, hizo un claro gesto con las manos: ella ya lo había dicho todo.
—No es posible… ¡No es posible! —chilló Muñeca, conocedora de su delicada situación—. ¡Le matamos! ¡Katame lo hizo! ¡Le aplastó la cabeza! ¡Lo juro! —Como una náufraga, Muñeca buscó un trozo de madera al que asirse. Y ese no era otro que la persona que había sacado todo aquello en primer lugar—. ¡Kaido! Tú sabes que es mentira, ¿v-verdad?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado