9/12/2018, 15:30
(Última modificación: 9/12/2018, 15:31 por Umikiba Kaido.)
Tras la interrogante de Riko, el silencio sepulcral les abrazó a los tres. Ikari quería salir corriendo. Se sabía en peligro, pero: ¿y qué de su gente? confiaban en ella para encontrar la verdad. Y ahora que tenía en sus manos la decisión de colaborar codo a codo con otros ninja para acabar con la maldición, ¿iba a dejarlos colgados?
Bufó y el aire condensado le acarició el rostro. Hacía frío, mucho frío.
—Ahora lo sé, pero no tengo por qué decíroslo. Menos a esta gentuza, que por cierto, tendrá que pagar por delito de secuestro forzado.
—Nunca nos pondréis en cautiverio, mojados de mierda.
La mano de Kaido se abalanzó pues hasta su espalda, donde una enorme arma con dientes aserrados como los suyos reposaba tranquilamente, hasta ahora. La tomó del mango e hizo el ademán de sacarla de su letargo, aunque... se contuvo durante un mísero segundo.
—Da gracias que no me han dado la orden de poneros a dormir, como a los chuchos que no diferencian de qué mano morder y de cuál no.
Bufó y el aire condensado le acarició el rostro. Hacía frío, mucho frío.
—Ahora lo sé, pero no tengo por qué decíroslo. Menos a esta gentuza, que por cierto, tendrá que pagar por delito de secuestro forzado.
—Nunca nos pondréis en cautiverio, mojados de mierda.
La mano de Kaido se abalanzó pues hasta su espalda, donde una enorme arma con dientes aserrados como los suyos reposaba tranquilamente, hasta ahora. La tomó del mango e hizo el ademán de sacarla de su letargo, aunque... se contuvo durante un mísero segundo.
—Da gracias que no me han dado la orden de poneros a dormir, como a los chuchos que no diferencian de qué mano morder y de cuál no.