9/12/2018, 17:13
Entonces, cuando las miradas turbias de aquel par de shinobi estaban a punto de convertirse en un accionar letal para tratar de matarse el uno al otro; Kaguya Riko, en carácter de mediador, intervino. Se colocó en el medio de ambos y abogó por conversar las diferencias que pudieran tener, que combatir no era la mejor decisión ahora mismo. Puede que tuviese razón, pero ninguno de ellos la compartía. Kaido, porque tenía una importante misión entre manos. Recuperar a Jibo y entregar a quienes lo capturaron en primer lugar. Teniendo en cuenta que había sido la Tribu Roehuesos quienes le raptaron, ellos eran los que tenían que pagar. Jinmaro era sólo un marionetista que manejaba los hilos de sus chuchos encadenados a través de su propio sello. Ikari por su parte, no era como el resto de su manada. Ni como su padre. Ni como su hermano. No, ella realmente se creía un alma salvaje, y que no tenía que avergonzarse de sus pecados cuando estaban plenamente justificados si respondían a su más instintiva supervivencia. A la de ella y al resto de los suyos.
—Estos tipos te encierran por la fuerza, ¿y abogas por ellos? ¿pero es que estamos locos, o qué, Uzujin?
—No es como si tuvieramos opción, gamberro. Tenemos que sobrevivir. Y la única forma es haciendo lo que Jinmaro nos pide. ¡Necesita sacrificios, y sacrificio le damos! y a gracias a ello, podemos contener el instinto y no nos matamos entre nosotros. Es la única forma de mantener a raya a la Bestia interior.
—¿Y sois tan estúpidos como para creer que no existen otros usarios versados del Fūinjutsu en Onindo? ¿que nadie es capaz de romper el sello maldito y daros vuestra libertad?
—El estúpido eres tú al pensar que no lo hemos intentado. Año tras año, día tras día. Y todo lo que conseguimos es un no por respuesta. Tampoco consiguen replicar la fórmula del Tótem. Ninguna réplica mantiene el sello dormido salvo los que confecciona Jinmaro.
—Entonces sólo hay que hacerle hablar. ¿Cuántos sois? ¿en total?
—Para luchar, pocos. Sólo tres tenemos el Tótem. Y bueno, el pánfilo este que me acompaña —miró a Riko—. sabe pelear.
—Estos tipos te encierran por la fuerza, ¿y abogas por ellos? ¿pero es que estamos locos, o qué, Uzujin?
—No es como si tuvieramos opción, gamberro. Tenemos que sobrevivir. Y la única forma es haciendo lo que Jinmaro nos pide. ¡Necesita sacrificios, y sacrificio le damos! y a gracias a ello, podemos contener el instinto y no nos matamos entre nosotros. Es la única forma de mantener a raya a la Bestia interior.
—¿Y sois tan estúpidos como para creer que no existen otros usarios versados del Fūinjutsu en Onindo? ¿que nadie es capaz de romper el sello maldito y daros vuestra libertad?
—El estúpido eres tú al pensar que no lo hemos intentado. Año tras año, día tras día. Y todo lo que conseguimos es un no por respuesta. Tampoco consiguen replicar la fórmula del Tótem. Ninguna réplica mantiene el sello dormido salvo los que confecciona Jinmaro.
—Entonces sólo hay que hacerle hablar. ¿Cuántos sois? ¿en total?
—Para luchar, pocos. Sólo tres tenemos el Tótem. Y bueno, el pánfilo este que me acompaña —miró a Riko—. sabe pelear.