9/12/2018, 21:24
Daruu rebatió con la agilidad y la contundencia de un felino a la caza:
—No quiero contradeciros. Sois mis superiores. Pero cada día que pasa Ayame está un paso más lejos de nosotros. Si recorrer la isla llevaría un día entero, recorrerla entre varios nos llevaría menos tiempo. Y yo... yo puedo cuidarme por mi mismo. He entrenado mucho. He... he aprendido mucho desde lo de Uzushiogakure.
»Por favor, confiad en mi. Puedo marcar el interior de vuestras túnicas con sangre y teletransportarme a vosotros. Es más: Puedo crear un Kage Bunshin, que se teletransporte hasta vosotros, y hacer que ese clon... me envíe una señal. Luego puedo invocar a ese clon. Si yo encuentro a Ayame, o si necesito ayuda, podríais estar conmigo en muy poco tiempo. O podría huir fácilmente. Mirad lo rápido que reaccioné antes con mamá. Puedo hacerlo.
»Creed en mi.
Zetsuo entrecerró los ojos y apretó los puños contra las rodillas. Se mantuvo así, en silencio, durante varios largos segundos que se convirtieron en una eternidad y Kōri no volvió a intervenir. Aquel maldito mocoso tenía razón, y no había algo que le repateara más que tener que admitir una cosa así. Pero había tantos pros como contras, y, por muy urgente que fuera la situación, Zetsuo no quería arriesgar sus piezas de ajedrez.
Y, sin embargo...
Zetsuo se levantó de golpe.
—Está bien, lo haremos a tu manera. ¡Pero nada de tonterías, Amedama! —le advirtió, señalándole con el dedo índice—. Hay demasiadas cosas en juego para que vuelvas a causar uno de tus numeritos.
Suspiró, dejando escapar el aire por la nariz lentamente y cerró momentáneamente los ojos.
—El barco atracará en el Puerto Kasukami y desde allí tendremos que separarnos: Kōri irá hacia el norte, soportarás mejor las frías temperaturas cerca de las Llanuras del Hielo; tú, Amedama, recorrerás el centro de la isla, y yo iré hacia el sur.
—Entendido —asintió El Hielo.
—Amedama, marcarás nuestras túnicas o lo que necesites. Y a la mínima que percibas cualquier tipo de peligro te quiero de vuelta con nosotros de forma inmediata. No quiero que te metas de cabeza en ningún campamento o prisión improvisada en una torre.
»Sobre el tema de la comunicación...
—Tenemos los clones de Daruu —intervino Kōri—. Nosotros dos podemos intentar entrar en contacto con los comunicadores; y, en caso de que fallaran, siempre podríamos enviar un ave... aunque eso lo haría mucho más lento.
Zetsuo asintió, muy a su pesar. Era evidente que seguía sin gustarle para nada aquella idea, y más por Daruu que por ellos mismos. Si ambos fueran más versados en el arte del Ninjutsu, podrían haber empleado el Gentōshin no Jutsu; pero, para desgracia de todos en aquellas circunstancias, tanto él como Kōri habían decidido especializarse en otras ramas ninja.
—Entonces quedamos en eso. Y repito: nada de tomar riesgos innecesarios. Ante cualquier problema, nos comunicaremos con el resto del grupo y nos reuniremos para afrontarlo juntos.
—No quiero contradeciros. Sois mis superiores. Pero cada día que pasa Ayame está un paso más lejos de nosotros. Si recorrer la isla llevaría un día entero, recorrerla entre varios nos llevaría menos tiempo. Y yo... yo puedo cuidarme por mi mismo. He entrenado mucho. He... he aprendido mucho desde lo de Uzushiogakure.
»Por favor, confiad en mi. Puedo marcar el interior de vuestras túnicas con sangre y teletransportarme a vosotros. Es más: Puedo crear un Kage Bunshin, que se teletransporte hasta vosotros, y hacer que ese clon... me envíe una señal. Luego puedo invocar a ese clon. Si yo encuentro a Ayame, o si necesito ayuda, podríais estar conmigo en muy poco tiempo. O podría huir fácilmente. Mirad lo rápido que reaccioné antes con mamá. Puedo hacerlo.
»Creed en mi.
Zetsuo entrecerró los ojos y apretó los puños contra las rodillas. Se mantuvo así, en silencio, durante varios largos segundos que se convirtieron en una eternidad y Kōri no volvió a intervenir. Aquel maldito mocoso tenía razón, y no había algo que le repateara más que tener que admitir una cosa así. Pero había tantos pros como contras, y, por muy urgente que fuera la situación, Zetsuo no quería arriesgar sus piezas de ajedrez.
Y, sin embargo...
Zetsuo se levantó de golpe.
—Está bien, lo haremos a tu manera. ¡Pero nada de tonterías, Amedama! —le advirtió, señalándole con el dedo índice—. Hay demasiadas cosas en juego para que vuelvas a causar uno de tus numeritos.
Suspiró, dejando escapar el aire por la nariz lentamente y cerró momentáneamente los ojos.
—El barco atracará en el Puerto Kasukami y desde allí tendremos que separarnos: Kōri irá hacia el norte, soportarás mejor las frías temperaturas cerca de las Llanuras del Hielo; tú, Amedama, recorrerás el centro de la isla, y yo iré hacia el sur.
—Entendido —asintió El Hielo.
—Amedama, marcarás nuestras túnicas o lo que necesites. Y a la mínima que percibas cualquier tipo de peligro te quiero de vuelta con nosotros de forma inmediata. No quiero que te metas de cabeza en ningún campamento o prisión improvisada en una torre.
»Sobre el tema de la comunicación...
—Tenemos los clones de Daruu —intervino Kōri—. Nosotros dos podemos intentar entrar en contacto con los comunicadores; y, en caso de que fallaran, siempre podríamos enviar un ave... aunque eso lo haría mucho más lento.
Zetsuo asintió, muy a su pesar. Era evidente que seguía sin gustarle para nada aquella idea, y más por Daruu que por ellos mismos. Si ambos fueran más versados en el arte del Ninjutsu, podrían haber empleado el Gentōshin no Jutsu; pero, para desgracia de todos en aquellas circunstancias, tanto él como Kōri habían decidido especializarse en otras ramas ninja.
—Entonces quedamos en eso. Y repito: nada de tomar riesgos innecesarios. Ante cualquier problema, nos comunicaremos con el resto del grupo y nos reuniremos para afrontarlo juntos.