9/12/2018, 23:10
(Última modificación: 9/12/2018, 23:10 por Aotsuki Ayame.)
Aquella noche fue una de las pocas que Zetsuo consiguió descansar de forma más o menos decente. Quizás fue el cansancio acumulado, quizás fue el mecedor arrullo de las olas que hacía oscilar con suavidad el barco, quizás fue una mezcla de las dos, o quizás no fue ninguna de ellas. Fuera como fuera, sin embargo, aquella noche consiguió dormir casi del tirón.
Y cuando llegó la mañana siguiente y los rayos del sol juguetearon con sus párpados firmemente cerrados, el hombre gruñó para sí mismo y se dio la vuelta en un vano intento por seguir durmiendo. Pero una incesante ansiedad en su pecho se lo impidió. ¿Qué hacía durmiendo? ¡Tenía que despertar ahora mismo y salir a buscar a Ayame! Entreabrió los ojos, dispuesto a levantarse, y el corazón se le encogió en el pecho cuando, entre las nieblas entre el sueño y la vigilia, le pareció ver una figura recostada en la cama contraria. Una figura con el pelo negro, largo...
—¿Aya...?
—¡Hey, dormilón! Buenos días... jijiji.
Aquella irritante risilla terminó de despertarle, como un jarro de agua congelada. No. No era Ayame. Y Zetsuo se reincorporó de golpe y se pegó a la pared contraria.
—¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHH!! —gritó, señalándola con un dedo acusador—. ¡MALDITA PASTELERA! ¡¿PERO QUÉ COJONES HACES AQUÍ?! ¡¡¡ME HAS PEGADO UN MALDITO SUSTO DE MUERTE!!! ¡LOCA! ¡QUE ESTÁS JODIDAMENTE LOCA! ¡¿PERO CÓMO COJONES LO HAS HECHO?!
Parecía que él no era el único que ponía marcas a escondidas en la gente...
—Os he traído el desayuno. ¿Qué, qué miras con esa cara? ¿Creíais que os íbais a librar de mi tan fácilmente? —alegó ella, reincorporándose también y sentándose con los brazos y las piernas cruzadas. Se había puesto repentinamente seria—. Mira, Zetsuo... lo siento. Me puse nerviosa. He estado pensando y... no puedo dejaros ir sólos. Ya nos las apañaremos con la vieja chiflada.
Zetsuo respiró hondo varias veces y terminó por cerrar los ojos, tratando de serenarse. Ahora, más despejado, era capaz de analizar mejor la situación. Y eso quería decir que...
—¡Padre! ¿Qué ha ocur...? —Kōri, que había irrumpido de golpe en la habitación al oír los gritos desde su propio camarote, se quedó irónicamente congelado en el sitio al ver quién acompañaba a su padre.
—Ocurre que hay un cambio de planes —Zetsuo esbozó una afilada sonrisa—. Kiroe ha vuelto, así que ya no tendremos que separarnos.
Y cuando llegó la mañana siguiente y los rayos del sol juguetearon con sus párpados firmemente cerrados, el hombre gruñó para sí mismo y se dio la vuelta en un vano intento por seguir durmiendo. Pero una incesante ansiedad en su pecho se lo impidió. ¿Qué hacía durmiendo? ¡Tenía que despertar ahora mismo y salir a buscar a Ayame! Entreabrió los ojos, dispuesto a levantarse, y el corazón se le encogió en el pecho cuando, entre las nieblas entre el sueño y la vigilia, le pareció ver una figura recostada en la cama contraria. Una figura con el pelo negro, largo...
—¿Aya...?
—¡Hey, dormilón! Buenos días... jijiji.
Aquella irritante risilla terminó de despertarle, como un jarro de agua congelada. No. No era Ayame. Y Zetsuo se reincorporó de golpe y se pegó a la pared contraria.
—¡¡AAAAAAAAAAHHHHHHH!! —gritó, señalándola con un dedo acusador—. ¡MALDITA PASTELERA! ¡¿PERO QUÉ COJONES HACES AQUÍ?! ¡¡¡ME HAS PEGADO UN MALDITO SUSTO DE MUERTE!!! ¡LOCA! ¡QUE ESTÁS JODIDAMENTE LOCA! ¡¿PERO CÓMO COJONES LO HAS HECHO?!
Parecía que él no era el único que ponía marcas a escondidas en la gente...
—Os he traído el desayuno. ¿Qué, qué miras con esa cara? ¿Creíais que os íbais a librar de mi tan fácilmente? —alegó ella, reincorporándose también y sentándose con los brazos y las piernas cruzadas. Se había puesto repentinamente seria—. Mira, Zetsuo... lo siento. Me puse nerviosa. He estado pensando y... no puedo dejaros ir sólos. Ya nos las apañaremos con la vieja chiflada.
Zetsuo respiró hondo varias veces y terminó por cerrar los ojos, tratando de serenarse. Ahora, más despejado, era capaz de analizar mejor la situación. Y eso quería decir que...
—¡Padre! ¿Qué ha ocur...? —Kōri, que había irrumpido de golpe en la habitación al oír los gritos desde su propio camarote, se quedó irónicamente congelado en el sitio al ver quién acompañaba a su padre.
—Ocurre que hay un cambio de planes —Zetsuo esbozó una afilada sonrisa—. Kiroe ha vuelto, así que ya no tendremos que separarnos.