13/12/2018, 06:38
—¿No le vas a poner nombre? —le dijo su madre, sonriente.
El rostro de Ranko estaba iluminado como quien recibe un tesoro invaluable. Y para ella lo era. Aunque ante los ojos de otros podría ser solo una wakizashi de vaina y empuñadura color vino y guarda dorada, para la joven kunoichi era un sable legendario del cual se contarían historias casi tan grandes como las de ella.
—Sí. Creo que la llamaré —La desenvainó y admiró por un momento. Su filo ligeramente curvo, corto comparado con otras espadas, le devolvió la mirada con un reflejo de la luz matinal —Higanbana.
Komachi inclinó la cabeza. Aspiró de su pipa y soltó el humo hacia un lado.
—Es un nombre peligroso… Pero me agrada. Cuídala mucho, y ella te cuidará. Especialmente mientras no hayas completado tu entrenamiento.
—¡Muchas gracias, madre! —dijo Ranko, extasiada e inspirada, después de asentir repetidamente. Envainó a Higanbana de nuevo. Ahora que se sentía totalmente armada, como un verdadero shinobi, quería preguntarle algo a su progenitora —Ahm…
—Oh, déjame adivinar… Quieres aventurarte a pasear por allí.
—¿Eh? ¿Cómo supiste? —Aunque justo al salir esas palabras de su boca, supuso la respuesta. “Ah… Una vez se lo comenté a Kuumi… ¡No puedo creer que se lo haya dicho a nuestra madre!”
Komachi soltó una breve pero sonora carcajada.
—¿Qué clase de madre sería si dejase partir sola a mi hija, a un destino incierto? —Aspiró de su pipa de nuevo —. ¿Y qué clase de kunoichi sería si no dejase a mi hija hacerse más fuerte mediante la experiencia?
Hubo un corto pero abrumador silencio.
—Entonces...
—Entonces no te dejaré "salir a la aventura". Tendrás que ganártelo. Puedes ir a explorar el mundo a como le dijiste a... ahm... un pajarito, solo si logras escapar de mí. Ahora —Ranko tragó saliva. Sabía que podía confiar en que su madre estaba diciendo la verdad. Cuando se trataba de entrenamiento, nunca bromeaba —. Ve a tu cuarto y prepara tus cosas. Veremos si estás lista.
Eso había pasado ya hacía unos seis días, tal vez. Ahora, Ranko se encontraba cansada, pero en paz. Había caminado mucho y por mucho tiempo. Había cruzado los arrozales y dejado el País del Bosque atrás. Según lo que había escuchado de algunos aldeanos (aunque no se atrevió a preguntar más, y se alejó con el rostro entomatado), se encontraba en el País del Rayo. ¿Qué le había hecho ir hasta el Valle de Unraikyo? Tal vez derivaba de su inclinación por hacer las cosas según las reglas: si quería explorar el mundo, tenía que hacerlo en orden de las manecillas del reloj ¿no?
Suspiró al ver aquella depresión, llena de agua, con enormes piedras. Ruinas antaño magníficas. Una ligera melancolía le erizó la piel. No tenía nada que ver con lo que otrora había sido Kumogakure, pero se preguntó, mientras saltaba de una roca a otra y se sentaba en alguna de ellas, cuántos habían perecido en la creación de ese Valle.
"¿Habrían evacuado a todos? ¿Qué tan repentino fue? Debería estudiar más historia antigua..."
Se sentía una soledad abrumadora. Más incluso que el silencio. Al menos hasta que...
—¡STOMP THUNDER BULLDOZER!
Ranko se levantó al instante al escuchar tal estruendo.
—¿Bull-qué?
En estado de alerta, volteó en derredor hasta que vio entre las rocas, a la distancia, algunos destellos que reconoció fácilmente gracias a sus combates con Kuumi.
"Es Raiton. ¿Hay alguien combatiendo? ¿Hay alguien en peligro allí? ¿O hay alguien... peligroso?"
En caso de que sus primeras dos preguntas mentales fuesen correctas, se preparó para avanzar saltó de una piedra a otra, intentando no hacer mucho ruido (aunque su mochila tal vez se lo impediría). Intentaría asomarse con cuidado, adhiriéndose a la roca con su chakra y buscando no ser descubierta. No quería ser una metiche, pero si había alguien que necesitase ayuda... Era el momento perfecto para convertirse en una heroína.
El rostro de Ranko estaba iluminado como quien recibe un tesoro invaluable. Y para ella lo era. Aunque ante los ojos de otros podría ser solo una wakizashi de vaina y empuñadura color vino y guarda dorada, para la joven kunoichi era un sable legendario del cual se contarían historias casi tan grandes como las de ella.
—Sí. Creo que la llamaré —La desenvainó y admiró por un momento. Su filo ligeramente curvo, corto comparado con otras espadas, le devolvió la mirada con un reflejo de la luz matinal —Higanbana.
Komachi inclinó la cabeza. Aspiró de su pipa y soltó el humo hacia un lado.
—Es un nombre peligroso… Pero me agrada. Cuídala mucho, y ella te cuidará. Especialmente mientras no hayas completado tu entrenamiento.
—¡Muchas gracias, madre! —dijo Ranko, extasiada e inspirada, después de asentir repetidamente. Envainó a Higanbana de nuevo. Ahora que se sentía totalmente armada, como un verdadero shinobi, quería preguntarle algo a su progenitora —Ahm…
—Oh, déjame adivinar… Quieres aventurarte a pasear por allí.
—¿Eh? ¿Cómo supiste? —Aunque justo al salir esas palabras de su boca, supuso la respuesta. “Ah… Una vez se lo comenté a Kuumi… ¡No puedo creer que se lo haya dicho a nuestra madre!”
Komachi soltó una breve pero sonora carcajada.
—¿Qué clase de madre sería si dejase partir sola a mi hija, a un destino incierto? —Aspiró de su pipa de nuevo —. ¿Y qué clase de kunoichi sería si no dejase a mi hija hacerse más fuerte mediante la experiencia?
Hubo un corto pero abrumador silencio.
—Entonces...
—Entonces no te dejaré "salir a la aventura". Tendrás que ganártelo. Puedes ir a explorar el mundo a como le dijiste a... ahm... un pajarito, solo si logras escapar de mí. Ahora —Ranko tragó saliva. Sabía que podía confiar en que su madre estaba diciendo la verdad. Cuando se trataba de entrenamiento, nunca bromeaba —. Ve a tu cuarto y prepara tus cosas. Veremos si estás lista.
Eso había pasado ya hacía unos seis días, tal vez. Ahora, Ranko se encontraba cansada, pero en paz. Había caminado mucho y por mucho tiempo. Había cruzado los arrozales y dejado el País del Bosque atrás. Según lo que había escuchado de algunos aldeanos (aunque no se atrevió a preguntar más, y se alejó con el rostro entomatado), se encontraba en el País del Rayo. ¿Qué le había hecho ir hasta el Valle de Unraikyo? Tal vez derivaba de su inclinación por hacer las cosas según las reglas: si quería explorar el mundo, tenía que hacerlo en orden de las manecillas del reloj ¿no?
Suspiró al ver aquella depresión, llena de agua, con enormes piedras. Ruinas antaño magníficas. Una ligera melancolía le erizó la piel. No tenía nada que ver con lo que otrora había sido Kumogakure, pero se preguntó, mientras saltaba de una roca a otra y se sentaba en alguna de ellas, cuántos habían perecido en la creación de ese Valle.
"¿Habrían evacuado a todos? ¿Qué tan repentino fue? Debería estudiar más historia antigua..."
Se sentía una soledad abrumadora. Más incluso que el silencio. Al menos hasta que...
—¡STOMP THUNDER BULLDOZER!
Ranko se levantó al instante al escuchar tal estruendo.
—¿Bull-qué?
En estado de alerta, volteó en derredor hasta que vio entre las rocas, a la distancia, algunos destellos que reconoció fácilmente gracias a sus combates con Kuumi.
"Es Raiton. ¿Hay alguien combatiendo? ¿Hay alguien en peligro allí? ¿O hay alguien... peligroso?"
En caso de que sus primeras dos preguntas mentales fuesen correctas, se preparó para avanzar saltó de una piedra a otra, intentando no hacer mucho ruido (aunque su mochila tal vez se lo impediría). Intentaría asomarse con cuidado, adhiriéndose a la roca con su chakra y buscando no ser descubierta. No quería ser una metiche, pero si había alguien que necesitase ayuda... Era el momento perfecto para convertirse en una heroína.
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