13/12/2018, 20:10
Sin embargo, cuando Ayame se dio la vuelta para mirarle, no fue sus ojos de color avellana, tan bonitos, que hacían que todo lo malo pareciera más pequeño, lo que vió. No, no fueron sus ojos. Fueron otros, que había visto en muchas otras ocasiones. Que no podría no haber reconocido. Fueron los ojos del Gobi. Los ojos de Ayame perdiendo el control. ¿Acaso la había dominado de nuevo? ¿Acaso... estaba tan enfadada con ellos? ¿Por eso había huído?
—Ayame, ¿q...?
Pero la muchacha se plantó delante suyo como una centella. Instintivamente, Daruu levantó el brazo izquierdo, desviando de milagro una hoja revelada con una que aún no se había revelado, escondida en el interior de su antebrazo. El ataque vino con fuerza, tanta que se deslizó sobre el agua unos metros.
»¡Eh, eh! ¿¡Pero qué haces!? ¡Ayame! ¿Qué te pasa? ¿¡Qué te hemos hecho para que vuelvas a irte!? —bramó—. Ayame, resiste. Fíjate en tu reflejo, en el agua. Tus ojos. Está ocurriendo de nuevo. Juraste que no...
—Ayame, ¿q...?
Pero la muchacha se plantó delante suyo como una centella. Instintivamente, Daruu levantó el brazo izquierdo, desviando de milagro una hoja revelada con una que aún no se había revelado, escondida en el interior de su antebrazo. El ataque vino con fuerza, tanta que se deslizó sobre el agua unos metros.
»¡Eh, eh! ¿¡Pero qué haces!? ¡Ayame! ¿Qué te pasa? ¿¡Qué te hemos hecho para que vuelvas a irte!? —bramó—. Ayame, resiste. Fíjate en tu reflejo, en el agua. Tus ojos. Está ocurriendo de nuevo. Juraste que no...