13/12/2018, 21:30
(Última modificación: 13/12/2018, 21:32 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Pero la voz que le contestó no fue la de Ayame. Y a pesar de la gravedad de las palabras y de las circunstancias, porque creedme, Daruu supo quién le estaba contestando desde el momento en el que habló, no pudo sino sonreir. Sí, sonreír. Porque por mucho que aquél terrible monstruo tuviese razón (no era Ayame), sí que estaba dentro de su cuerpo. Monstruo o humano, un embustero era un embustero. La luna azul de la frente no podía mentir a nadie.
Daruu sabía que los bijuu podían hablar, porque se lo había contado Ayame, pero no tenía ni idea de que fuesen capaces de apropiarse del cuerpo de su jinchuuriki de esa manera. Él había creído que si Ayame llegaba a perder el control del todo, simplemente... el bijuu saldría, libre. Y ella moriría. Pero ahí estaba. Y si todavía estaba ahí, él podía sacarla. Y si no podía, al menos moriría intentándolo.
Se miró la mano. Abierta, le temblaba violentamente. No podía parar a asimilar lo que estaba ocurriendo. Porque si lo asimilaba, caería desmayado, o algo peor. No, debía mantener el temple.
Cerró el puño con fuerza.
Tenía muchas preguntas. Muchísimas preguntas. Por supuesto que las tenía. ¿Pero era ese el momento de hacerlas? No. Era el momento de callarle la puta boca a esa basura y llevar a Ayame de vuelta a Amegakure, donde sin duda alguien podría ayudarla. Alguien. Quien fuese.
—No —contestó Daruu, forzándose a sonreír, los dientes muy apretados en una mueca extraña entre la ya mencionada expresión y el miedo—. No voy a irme. Ni me voy a olvidar de Ayame. Y desde luego que va a volver.
»¡¡Porque yo la llevaré de vuelta!!
Daruu colocó su antebrazo izquierdo frente a sí, y escupió una masa de un líquido pegajoso de color azul eléctrico. «El color que más le gustaba a Ayame, el color del que has renegado». El caramelo se extendió con forma de cúpula y formó un escudo de poco más de medio metro. La sustancia se endureció con un pequeño destello.
Sacudió el brazo derecho, formando un sello, y liberó una de sus katanas ocultas.
»Budō: Amedama Knight.
Daruu sabía que los bijuu podían hablar, porque se lo había contado Ayame, pero no tenía ni idea de que fuesen capaces de apropiarse del cuerpo de su jinchuuriki de esa manera. Él había creído que si Ayame llegaba a perder el control del todo, simplemente... el bijuu saldría, libre. Y ella moriría. Pero ahí estaba. Y si todavía estaba ahí, él podía sacarla. Y si no podía, al menos moriría intentándolo.
Se miró la mano. Abierta, le temblaba violentamente. No podía parar a asimilar lo que estaba ocurriendo. Porque si lo asimilaba, caería desmayado, o algo peor. No, debía mantener el temple.
Cerró el puño con fuerza.
Tenía muchas preguntas. Muchísimas preguntas. Por supuesto que las tenía. ¿Pero era ese el momento de hacerlas? No. Era el momento de callarle la puta boca a esa basura y llevar a Ayame de vuelta a Amegakure, donde sin duda alguien podría ayudarla. Alguien. Quien fuese.
—No —contestó Daruu, forzándose a sonreír, los dientes muy apretados en una mueca extraña entre la ya mencionada expresión y el miedo—. No voy a irme. Ni me voy a olvidar de Ayame. Y desde luego que va a volver.
»¡¡Porque yo la llevaré de vuelta!!
Daruu colocó su antebrazo izquierdo frente a sí, y escupió una masa de un líquido pegajoso de color azul eléctrico. «El color que más le gustaba a Ayame, el color del que has renegado». El caramelo se extendió con forma de cúpula y formó un escudo de poco más de medio metro. La sustancia se endureció con un pequeño destello.
Sacudió el brazo derecho, formando un sello, y liberó una de sus katanas ocultas.
»Budō: Amedama Knight.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)