14/12/2018, 06:08
La mujer se disculpó, le hizo saber que sospechaba que Ranko era una participante, y le animó a entrar pronto. La joven kunoichi supuso que la mujer sí era una participante. O tal vez una de las organizadoras. Tal vez ambas. Como fuese, la mujer se despidió y alejó para prepararse para el evento.
"Tal vez algún día llegue a ser como ella... Confiada de hablarle a una chica afuera de un teatro... Una poeta de la vida cotidiana... Tal vez..." Pensó, suspirando mientras veía la nuca de la mujer.
—¡SOY UNA ESPECTADORA! —gritó su boca apenas la abrió, como un reflejo, como si fuese una parte independiente de su cuerpo. Ranko se cubrió la cara con las manos apenas pasó esto, intentando desaparecer en el acto.
¡No! ¿Qué haces? Calmada, Ranko" se regañó. "Quita las manos de tu rostro. Un poco más. También de tus ojos. Eso. Ahora, la señorita te acaba de invitar muy cordialmente a entrar a este hermoso evento de poesía, y tú adorarías entrar. Así que haremos eso, entrar. Ahora... mueve tu pie para caminar. Mueve tu pie. Muévelo. Muévelo un poquitín más. HACIA ADELANTE, RANKO. Eso, de a poquito. Oh, ¿qué dirán dentro de muchos años? Y ésta fue Ranko, la Princesa Conejo, quien murió de vergüenza antes de entrar a un teatro... Unos pasos más y estarás dentro. ¡Listo! ¡Bravo, bravo! Ahora busca un asiento..."
No había muchas personas dentro. Por unos minutos. La estancia se veía enorme desde la mente nerviosa de la kunoichi, quien no le prestó especial atención a la ornamentación sublime, melancólica a la vez que emotiva, pues la presencia de tanta gente le distrajo por completo. La chica se desesperó y se sentó en una de las sillas más al fondo que pudo. Había asientos adelante aún, lugares desde los cuales podría apreciar al doscientos por ciento el aire poético del evento. Mas aun si hubiese querido moverse, su cuerpo no se lo habría permitido. Sus manos se habían aferrado ya los bordes del asiento. La enrojecida Ranko sudaba y resollaba, como si el suelo fuese a hundirse y a arrastrar a todos los presentes al infierno de la pena.
"¡No! ¡Deja de hacer eso! Creerán que eres una terrorista o algo así. Respira más lento, más lento. Vamos, más lento. DEJA DE SUDAR. Bueno, no puedes controlar eso... ¿o sí? No sé, ¡inténtalo!"
Ranko pasó el siguiente minuto discutiendo y animándose a sí misma como una entrenadora profesional a un boxeador a punto de tirar la toalla. Si bien ya estaba dentro del evento, lo que evitaba que saliese corriendo era la pena de volver a levantarse, haciéndose ver entre la multitud como alguien que abandona un reto.
"¡Pero no! ¡La futura legendaria Princesa Conejo no se rendirá!" se dijo con música triunfal en su cabecita.
A pesar de ello, sus manos comenzaban a entumirse de lo fuerte que se aferraban a la silla.
"Tal vez algún día llegue a ser como ella... Confiada de hablarle a una chica afuera de un teatro... Una poeta de la vida cotidiana... Tal vez..." Pensó, suspirando mientras veía la nuca de la mujer.
—¡SOY UNA ESPECTADORA! —gritó su boca apenas la abrió, como un reflejo, como si fuese una parte independiente de su cuerpo. Ranko se cubrió la cara con las manos apenas pasó esto, intentando desaparecer en el acto.
¡No! ¿Qué haces? Calmada, Ranko" se regañó. "Quita las manos de tu rostro. Un poco más. También de tus ojos. Eso. Ahora, la señorita te acaba de invitar muy cordialmente a entrar a este hermoso evento de poesía, y tú adorarías entrar. Así que haremos eso, entrar. Ahora... mueve tu pie para caminar. Mueve tu pie. Muévelo. Muévelo un poquitín más. HACIA ADELANTE, RANKO. Eso, de a poquito. Oh, ¿qué dirán dentro de muchos años? Y ésta fue Ranko, la Princesa Conejo, quien murió de vergüenza antes de entrar a un teatro... Unos pasos más y estarás dentro. ¡Listo! ¡Bravo, bravo! Ahora busca un asiento..."
No había muchas personas dentro. Por unos minutos. La estancia se veía enorme desde la mente nerviosa de la kunoichi, quien no le prestó especial atención a la ornamentación sublime, melancólica a la vez que emotiva, pues la presencia de tanta gente le distrajo por completo. La chica se desesperó y se sentó en una de las sillas más al fondo que pudo. Había asientos adelante aún, lugares desde los cuales podría apreciar al doscientos por ciento el aire poético del evento. Mas aun si hubiese querido moverse, su cuerpo no se lo habría permitido. Sus manos se habían aferrado ya los bordes del asiento. La enrojecida Ranko sudaba y resollaba, como si el suelo fuese a hundirse y a arrastrar a todos los presentes al infierno de la pena.
"¡No! ¡Deja de hacer eso! Creerán que eres una terrorista o algo así. Respira más lento, más lento. Vamos, más lento. DEJA DE SUDAR. Bueno, no puedes controlar eso... ¿o sí? No sé, ¡inténtalo!"
Ranko pasó el siguiente minuto discutiendo y animándose a sí misma como una entrenadora profesional a un boxeador a punto de tirar la toalla. Si bien ya estaba dentro del evento, lo que evitaba que saliese corriendo era la pena de volver a levantarse, haciéndose ver entre la multitud como alguien que abandona un reto.
"¡Pero no! ¡La futura legendaria Princesa Conejo no se rendirá!" se dijo con música triunfal en su cabecita.
A pesar de ello, sus manos comenzaban a entumirse de lo fuerte que se aferraban a la silla.
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