14/12/2018, 16:18
Daruu pareció titubear. Quizás desconfiaba de estar cara a cara con la verdadera Ayame, o quizás, con razón, desconfiaba de poder acercarse a la muchacha sin recibir ningún ataque a traición.
—¡Ayame! —la llamó—. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo acabaste así?
—¡No he sido yo esta vez! —sollozó ella a lágrima viva—. ¡Por favor, créeme! ¡No he sido yo! ¡Ni siquiera ha sido Kokuō! ¡Ha...!
Ayame se interrumpió de golpe, con el gesto contraído en una mueca de malestar. Se llevó las manos al pecho, tembló violentamente, y a punto estuvo de caer de rodillas al agua.
—¡Bijuu! Sigues estando ahí, ¿no es cierto? —exclamó Daruu—. Me parece un intento muy cutre por tu parte. ¿Que Ayame ha traicionado a la villa? ¿Por qué? ¿Por ser una idiota que cree que tiene la responsabilidad de lo que pasó en Uzushiogakure? Eso suena muy propio de Ayame. Sí, puede que esté enfadado. ¿Y qué más da?
Ayame levantó la cabeza, aún temblando, aún compungida. Levantó una mano con esfuerzo y dirigió una última mirada suplicante a Daruu.
—Por favor... Sál... vame...
Las últimas lágrimas cayeron sobre la superficie del agua, creando pequeñas ondulaciones que terminaron por desvanecerse, como se desvaneció también la presencia de Ayame. Era Kokuō quien volvía a clavar sus ojos aguamarina en Daruu, con la mano aún levantada en el último gesto de la muchacha mientras escuchaba la perorata del chiquillo.
—Le he dado la oportunidad de marcharse a su aldea y dejarme en paz, pero la ha despreciado. No me deja alternativa... ¡Si cree que voy a dejar que me capture de nuevo para volver a ser encerrada es que está usted loco de remate.
»Mucho me temo que ahora usted debe morir.
Pero los ruegos volvieron a ser desoídos. El aire comenzó a vibrar. El agua tembló bajo los pies de Kokuō, y alrededor de su mano, la misma que Ayame había alzado solicitando auxilio, comenzaron a reunirse una ingente cantidad de esferas blancas y negras. Unas esferas que se congregaron en una masa informe, una masa que se concentraba más y más cada vez...
—Descansa con las ruinas de Kirigakure.
El láser emitió un desagradable chirrido supersónico cuando salió despedido a toda velocidad en dirección a Daruu, evaporando el agua y dispersando la niebla a su paso. Un láser de muerte concentrada que abarcaba tres metros de ancho y que recorrería más de cien metros en línea recta buscando arrollar con toda forma de vida que encontrara a su paso.
—¡Ayame! —la llamó—. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo acabaste así?
—¡No he sido yo esta vez! —sollozó ella a lágrima viva—. ¡Por favor, créeme! ¡No he sido yo! ¡Ni siquiera ha sido Kokuō! ¡Ha...!
«Suficiente, señorita.»
Ayame se interrumpió de golpe, con el gesto contraído en una mueca de malestar. Se llevó las manos al pecho, tembló violentamente, y a punto estuvo de caer de rodillas al agua.
—¡Bijuu! Sigues estando ahí, ¿no es cierto? —exclamó Daruu—. Me parece un intento muy cutre por tu parte. ¿Que Ayame ha traicionado a la villa? ¿Por qué? ¿Por ser una idiota que cree que tiene la responsabilidad de lo que pasó en Uzushiogakure? Eso suena muy propio de Ayame. Sí, puede que esté enfadado. ¿Y qué más da?
Ayame levantó la cabeza, aún temblando, aún compungida. Levantó una mano con esfuerzo y dirigió una última mirada suplicante a Daruu.
—Por favor... Sál... vame...
Las últimas lágrimas cayeron sobre la superficie del agua, creando pequeñas ondulaciones que terminaron por desvanecerse, como se desvaneció también la presencia de Ayame. Era Kokuō quien volvía a clavar sus ojos aguamarina en Daruu, con la mano aún levantada en el último gesto de la muchacha mientras escuchaba la perorata del chiquillo.
—Le he dado la oportunidad de marcharse a su aldea y dejarme en paz, pero la ha despreciado. No me deja alternativa... ¡Si cree que voy a dejar que me capture de nuevo para volver a ser encerrada es que está usted loco de remate.
»Mucho me temo que ahora usted debe morir.
«¡¡¡Kokuō, no!!!»
Pero los ruegos volvieron a ser desoídos. El aire comenzó a vibrar. El agua tembló bajo los pies de Kokuō, y alrededor de su mano, la misma que Ayame había alzado solicitando auxilio, comenzaron a reunirse una ingente cantidad de esferas blancas y negras. Unas esferas que se congregaron en una masa informe, una masa que se concentraba más y más cada vez...
—Descansa con las ruinas de Kirigakure.
El láser emitió un desagradable chirrido supersónico cuando salió despedido a toda velocidad en dirección a Daruu, evaporando el agua y dispersando la niebla a su paso. Un láser de muerte concentrada que abarcaba tres metros de ancho y que recorrería más de cien metros en línea recta buscando arrollar con toda forma de vida que encontrara a su paso.