14/12/2018, 19:58
Ayame volvió a gritar el nombre de Daruu, angustiada, cuando el taladro le alcanzó en el hombro y rasgó parte de su túnica y piel. El chico se hundió en el agua, y Kokuō frenó en pasos consecutivos, alerta.
Fue entonces cuando el agua brilló por debajo de sus pies. Un azul eléctrico que le puso instintivamente la piel de gallina y se hacía más y más intenso conforme buscaba alcanzarla. Pero Kokuō se limitó a saltar, con las manos entrelazadas en el sello del pájaro, y su espalda estalló en dos súbitas corrientes de agua líquida que se agitaron en el aire, formando un par de alas que la mantuvieron suspendida.
—Sólo quieres ser libre, ¿¡no!? ¡Cof! ¡Cof! —tosió Daruu, llevándose algo a la boca. Seguramente, algún tipo de píldora.
—Exacto. Y no me lo están poniendo nada fácil —replicó Kokuō, frunciendo el ceño. Entonces alzó un brazo en vertical mientras mantenía el otro pegado al pecho, ambas manos formando dos sellos individuales—. Preste atención, señorita, esta es la técnica insignia de Kirigakure.
De repente la niebla se espesó en torno a ambos. El blanco lo inundaba todo de forma paulatina pero imparable y lo último que vería Daruu de Kokuō antes de terminar de desvanecerse serían aquellos chispeantes ojos aguamarina clavados en él y la sombra de sus párpados inferiores del color de la sangre.
Fue entonces cuando el agua brilló por debajo de sus pies. Un azul eléctrico que le puso instintivamente la piel de gallina y se hacía más y más intenso conforme buscaba alcanzarla. Pero Kokuō se limitó a saltar, con las manos entrelazadas en el sello del pájaro, y su espalda estalló en dos súbitas corrientes de agua líquida que se agitaron en el aire, formando un par de alas que la mantuvieron suspendida.
—Sólo quieres ser libre, ¿¡no!? ¡Cof! ¡Cof! —tosió Daruu, llevándose algo a la boca. Seguramente, algún tipo de píldora.
—Exacto. Y no me lo están poniendo nada fácil —replicó Kokuō, frunciendo el ceño. Entonces alzó un brazo en vertical mientras mantenía el otro pegado al pecho, ambas manos formando dos sellos individuales—. Preste atención, señorita, esta es la técnica insignia de Kirigakure.
De repente la niebla se espesó en torno a ambos. El blanco lo inundaba todo de forma paulatina pero imparable y lo último que vería Daruu de Kokuō antes de terminar de desvanecerse serían aquellos chispeantes ojos aguamarina clavados en él y la sombra de sus párpados inferiores del color de la sangre.