15/12/2018, 13:16
Dos estallidos consecutivos, y la oscuridad se impuso a la pura albura de la niebla de Kirigakure. Kokuō cerró los ojos y contuvo el aliento para no verse afectada por las bombas de humo que había lanzado Daruu en un intento por protegerse. Sin embargo, el cuerpo de Ayame estaba entrenado para situaciones así: por mucho que escapara de sus ojos, no podía escapar de sus oídos. El Bijū extendió el brazo y comenzó a tararear en voz baja una canción. Una canción que había escuchado centenares de veces en la voz de Ayame, pero que en su piel sonaba menos dulce, más inquietante... Su voz, empapada con su chakra, recorrió el espacio en siete metros a la redonda. Se encontraban en un paraje llano, sin ningún tipo de obstáculo, por lo que podría localizar a Daruu rápidamente gracias a su ecolocalización. Y en cuanto lo encontrara, dos flechas consecutivas surcarían el aire, atravesando niebla y humo, hacia él. Hacia su hombro derecho y su pierna izquierda.
Poco después, un sonoro chapoteo.
Poco después, un sonoro chapoteo.